El Síndrome de Tourette o el Síndrome de Gilles de la Tourette, es un trastorno poco frecuente, caracterizado por la presencia de tics motores crónicos y tics fónicos. Es un trastorno neuropsiquiátrico, que tiene su inicio en la infancia. La edad media de aparición es a los 7 años. Sin embargo, los tics motores suelen ser los primeros en manifestarse, a la edad de 3-8 años. Los tics fónicos, en cambio, suelen mostrarse a los 11 años.
Como se ha mencionado, entre su sintomatología se encuentran los tics motores crónicos y los tics vocales o ruidos incontrolables. Un tic, según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V, por sus siglas en inglés), es “una vocalización o movimiento súbito, rápido, recurrente, no rítmico”. Los tics se pueden clasificar en simples, como puede ser parpadear, resoplar y/o aclarar la garganta, o complejos, saltar, agitar las piernas y/o decir palabras o frases fuera de lugar.
Asimismo, las personas con Síndrome de Tourette, pueden experimentar los llamados tics sensoriales, que son definidos como experiencias subjetivas que la persona siente en su interior. Estas sensaciones son aliviadas una vez llevado a cabo el tic, debido a la reducción de la ansiedad.
Cabe destacar, que este síndrome tiene una alta comorbilidad con otros trastornos como el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) y/o el Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC). Además, también puede cursar con trastornos de ansiedad, de personalidad, del estado de ánimo, del sueño o con Trastornos del Espectro Autista (TEA).
Entre los tratamientos con mayor evidencia científica, se encuentran la psicoterapia y la farmacología.
En cuanto a la primera, la terapia de conducta ha resultado eficaz a la hora de controlar los tics, sobre todo los simples. Respecto a la farmacología, ésta ha resultado eficaz en la reducción de los tics, pero no en la completa eliminación de los mismos.
Es importante resaltar que no existe una cura para el Síndrome de Tourette. Su abordaje interdisciplinar tiene como objetivo mejorar la calidad de vida de la persona que lo padece.