La comunicación
Es complicado establecer una definición concreta de la comunicación ya que abarca muchos aspectos. Hay mucho más que una simple emisión de un mensaje entre un emisor y un recetor. Existe la dimensión cognitiva, en la que la información se transmite en forma de representaciones tanto en la mente de quien lo emite como en la que lo recibe. También tiene una dimensión social, que regula el intercambio de confirmación en un contexto cultural y unas normas determinados. Por último, hay una dimensión semiótica, es decir, las características propias del código utilizado. Se pueden comunicar cosas como ideas, intenciones, deseos, afectos, actitudes, instrucciones, incluso antes de desarrollar el lenguaje (Martínez, 2012).
Una de las teorías más extendidas es la teoría de Watzlawick (1985), orientado desde la escuela sistémica. En ella, se establecen una serie de axiomas como base de la comunicación. La primera premisa que se menciona es la imposibilidad de no comunicar. Con esto, se refiere a que la interacción, incluso mediante gestos o mediante silencios tiene como consecuencia una conducta, dando un significado a todo comportamiento verbal, postural, contextual, etc. por quien participa en la comunicación. Siguiendo con la línea anterior respecto a al mensaje no verbal (gestos, silencios, postura etc.), el siguiente axioma explica que el mensaje se interpreta de una forma determinada. Tal como explicó Bateson (1991) en su teoría del doble vínculo, distinguimos el contenido, que es la información trasmitida en el mensaje y esta la connotación, como se entiende que se sobreentiende más allá del contenido del mensaje (por ejemplo una orden o una broma). El tercer axioma trata sobre la puntuación de la secuencia de los hechos. No siempre es bidireccional, emisor-receptor, ya que es una interacción que va cambiando la comunicación a medida que ocurren las conductas o las respuestas verbales, modelando la estructura de la interacción. Esto siempre está mediado por la visión tan dispar que mantienen del mundo los a que participan en ello. El siguiente axioma consiste en que la comunicación es digital y analógica. Hay un componente verbal en la comunicación que cumple leyes lógicas del lenguaje (digital) y otro componente no verbal (analógica), que tiene la característica de entenderse a pesar de que no haya comprensión de la parte digital. Por último, tenemos la interacción simétrica y complementaria donde los participantes igualan la conducta de forma recíproca, de tal manera que su interacción puede considerarse simétrica. Las conductas de cada uno complementan, constituyendo la interacción complementaria (Watzlawick, Beavin, y Jackson, 1991).
Por otro lado, no se puede olvidar la visión tradicional del Yo proveniente del psicoanálisis, desde el enfoque de la interacción social, tal como lo hizo Mead (1934). En su trabajo reflexiona sobre el desarrollo de la persona en consecuencia del dialogo intrapersonal entre el yo y las experiencias vividas. Este es uno de los mecanismos básicos de la interiorización de las normas sociales y ayuda a entender el rol del otro en la interacción para poder posicionarse ante ello. Se constituye una identidad propia y determina la forma de relacionarse con los demás, mezclándose e influyendo los factores de la propia experiencia. Esta visión, en contraste con la anterior, refuerza la parte inconsciente del yo y la relevancia que tiene. También permite escapar de nociones como la conciencia o la intencionalidad en el establecimiento de la comunicación, ya que hay muchos aspectos inconscientes implicados en ello.
La comunicación patológica
La comunicación, forma parte del día a día ya que se utiliza en todos los ámbitos. Tal como se ha mencionado anteriormente, no es posible no comunicar nada pero si pueden ocurrir dificultades que pueden llevar a malinterpretaciones. Se pueden dar situaciones donde el receptor rechace la comunicación con un silencio incómodo o descalifique la comunicación mediante autocontradicciones, incongruencias, cambios de tema, etc., o se ve atrapado en una situación en la que se siente obligado a comunicarse pero, al mismo tiempo, desea evitar el compromiso inherente a toda comunicación. Otro aspecto fundamental que puede comprometer la comunicación es el estado psicológico o los síntomas. A veces, la comunicación falla debido a que la persona no se encuentra en un estado óptimo debido a diversas causas (depresión, ansiedad, estrés laboral, etc.) y la sintomatología puede ser percibida como un mensaje no verbal que puede dañar la interacción a pesar de no plasmarse en el lenguaje verbal (Watzlawick, Beavin, y Jackson, 1991).
Por otro lado, cuando hay desacuerdo entre el contenido y la connotación, es decir, no se trasmite correctamente aspectos del mensaje o el significado que está detrás. Uno puede sentirse no escuchado pese a que la otra persona demuestre que está prestando atención en su discurso. Esto indica que el receptor no ha entendido la connotación dentro del discurso. En este mismo sentido, cuando se establece comunicación se busca la autoconfirmación del yo y el refuerzo del propio narcisismo (cualidades, capacidades etc.), si alguna parte no se sienten validada o confirmada en la relación, pueden surgir dificultades (Watzlawick, Beavin, y Jackson, 1991).
Cuando hay una discordancia en la manera de puntuar una interacción (es una broma, es una orden etc.) las actitudes respecto al otro se hacen intransigentes y ambos se colocan en una posición de víctima del otro (te insisto porque no me escuchas-no te escucho porque eres una pesada/o). Cada parte puede considerar que sólo está reaccionando ante por culpa de las actitudes de la otra persona y no se ve como parte del problema (Watzlawick, Beavin, y Jackson, 1991).
Por último, hay que mencionar los errores que surgen cuando la interacción simétrica y complementaria se vuelve rígida. No es un sistema que funciona y se autoregula, si no que se vuelve inmóvil o rígido perdiendo así las nociones de igualdad. Implica una descompensación en los roles y la asunción de una nueva definición que no forma parte de si mismo. Por ello, surge la rivalidad o el desarrollo de interacciones basados en la sumisión y la lucha (Watzlawick, Beavin, y Jackson, 1991).
Referencias
Watzlawick, P., Beavin, J. y Jackson, D. (1991). Teoría de la comunicación humana. Barcelona
Mead, G.H. (1934). Espíritu, Persona y Sociedad. Persona y Sociedad desde el punto de vista del conductismo social. Barcelona: Paidós, 1991
Bateson, Gregory (1991), Pasos hacia una ecología de la mente. Buenos Aires: Carlos Lohlé-Planeta.
Martínez, M. (2012). Psicología de la Comunicación. Universitat de Barcelona