Es una decisión complicada y que se dilata en el tiempo a veces en exceso en pacientes y/o familias saber cuándo acudir a un psicólogo. Detrás de ello, hay muchas razones, entre las que destacan el estigma de acudir a pedir una ayuda que a menudo se ve secundaria y que otras veces genera una resistencia en forma de “qué dirán”. Sin embargo, saber cuándo acudir a un profesional de la psicología es determinante, no sólo en adultos sino especialmente en el caso de los niños. Si bien en este segundo caso tenemos menos reparo en llevar a nuestros hijos a este tipo de servicios, sigue existiendo el recelo, también en forma de ideología (“yo no creo en eso”, “no creo que sirva para algo”…)
Y es que, existen muchos síntomas/signos que sugieren que es una buena idea consultar con un psicólogo:
- Un sufrimiento inusitado de la persona que consulta o incluso la percepción de que quien tenemos a nuestro lado (pareja, hijo, etc.) ha perdido las ganas de vivir o no disfruta como antes lo hacía.
- Una incapacidad percibida, sentirse incapaz para algo que hasta hace algún tiempo se nos daba relativamente bien. Incluso, sentir que algo nos “estorba” o nos aleja de intentar aprender o adquirir un nuevo aprendizaje. A veces, este síntoma no podemos percibirlo nosotros mismos y viene en forma de alguien del entorno que nos dice que ya no lo hacemos como antes, que les parece que nos cuestan más las cosas, etc.
- Un cambio abrupto en el comportamiento o en los valores de algún ser cercano (es complicado percibirlo en uno mismo) o incluso conductas alejadas de lo habitual y “extrañas” a la vista de otras personas. Incluso, puede ser que te observes a ti mismo llevando a cabo cosas que antes no hacías y que quizás, otrora, no te hubieras visto llevando a cabo.
- Síntomas graves, si bien estos suelen ser los últimos que aparecen y los que más favorecen a acercarse a consultarlo: pensamientos suicidas, pérdida de capacidades básicas o hábitos básicos (control de esfínteres, peor apetito hasta el punto de restringir la ingesta de alimentos, etc.)
- A veces, los síntomas son más circunscritos: traumas o miedos intensos que te persiguen desde hace tiempo y te hacen sentir un gran malestar, y que a menudo “secuestran” el pensamiento, ocupando angustiosamente el pensamiento del adulto/niño en exceso.
- Otras veces, los síntomas son más sutiles, pero pueden llegar a ser igual de invalidantes: por ejemplo, dolores de cabeza recurrentes, diarreas o estreñimientos frecuentes (habiéndose descartado, previamente, razones de tipo biológico).
- Cuando el motivo de la insatisfacción vital tiene lugar derivado de un consumo de sustancias, ésta escapa a nuestro control o incluso tenemos consumos más allá de los que nos gustaría tener. Otras veces, puede ser que la relación que establecemos con esa sustancia no sea del todo funcional (p.e., el alcohol)
En otras ocasiones, siendo una disfunción de un grupo (familia, por ejemplo) o de una pareja, lo que se percibe es un deterioro en las relaciones, una insatisfacción con esas relaciones grupales/de pareja, una dificultad notable para la comunicación eficaz o incluso muchos conflictos en estos ámbitos, a menudo derivado de una gran irritabilidad hacia esa persona o grupo.
Si bien existen muchos motivos por los que poder acudir al psicólogo, a la menor duda consulta sin problema con un profesional de este tipo o, si no tienes una disponibilidad inmediata de éste, por la razón que sea, consulta con tu médico de cabecera, quien te guiará en la mejor decisión.