¿Cómo surge?
El estrés es una experiencia subjetiva que surge cuando una situación ambiental o personal plantea amenazas o exigencias que exceden los recursos de la persona. Ocurre un desajuste entre las demandas o exigencias del entorno y los recursos personales para afrontarlos. En el entorno laboral, si las exigencias asociados al puesto son muy elevadas comparadas con la habilidad o el control que tiene la persona para sacar adelante sus obligaciones, influirá significativamente en la percepción de estrés de la persona (Lazaraus, 2000). Una mala organización y gestión de las obligaciones en la organización o entidad pueden provocar estrés laboral, de la misma forma que el exceso de exigencias y la existencia de condiciones laborales insatisfactorias (Karasek, 1979). Algunas de las características del trabajo que pueden ser un foco de estrés son la realización de tareas monótonas, el volumen y ritmo excesivo o escaso del trabajo, los plazos muy estrictos, los horarios de trabajo estrictos e inflexibles, las jornadas de trabajo muy largas o imprevisibles, la inseguridad laboral, el sistema salarial injusto, las malas relaciones con los compañeros (la intimidación, acoso y violencia), el liderazgo inadecuado o las exigencias contrapuestas entre la vida laboral y la vida familiar, entre muchos otros (Durán, 2010).
La vivencia emocional del estrés
La experiencia de estrés va acompañada de respuestas emocionales y que ofrecen un indicativo sobre la manera que va a percibir la situación (Lazarus, 1993). Según Lazarus (2000) el estrés y las emociones negativas están interrelacionadas, es decir, no puede existir uno sin el otro. Cada emoción (celos, ira, envidia, alivio, esperanza, tristeza, etc.) detremina como se valora la situación. Se asocia a la aparición de sintomatología asociado a la depresión, la ansiedad y los síntomas psicosomáticos. Cuando los recursos que posee la persona son excedidos por la demanda de la situación, provoca sentimientos de indefensión, muy asociado a la depresión o a los sentimientos de desesperanza.
Estrategias de afrontamiento
El afrontamiento, hace referencia a los esfuerzos cognitivos o conductuales que se llevan a cabo para hacer frente al estrés, siendo algunas adaptativas y otras no (Sandin, 1995). Las personas recurren a estrategias que ya anteriormente han utilizado y les ha ayudado solventar estos conflictos. En caso de que en su momento hayan sido eficaces, se vuelven en un hábito y se recurre a ellas constantemente. Entre las estrategias dirigidas a eliminar o controlar los factores estresores están, modificar la percepción a sobre estas y tratar de que estas experiencias no incidan negativamente sobre las respuestas psicofisiológicas o somáticas del organismo. Las dificultades pueden surgir cuando se establecen estrategias menos funcionales como la negación o evitación del problema. Si la estrategia elegida por la persona no contribuye a resolver el problema o alivia el estrés, la siguiente elección será intentar utilizar otra alternativa disponible en su repertorio que puede ser menos funcional como los ya mencionados, la negación o la evitación del problema (Peiró y Salvador, 1993). Los juicios que hace la persona sobre la situación y la carga de emocional asociada, son un buen indicativo para explicar los resultados conductuales al enfrentar las tareas propias del puesto (Bandura, 1986).
La alta autoestima se relaciona con sentimientos de control sobre las situaciones (autoeficacia), con menos ansiedad y mejores habilidades para afrontar el estrés interno o externo, siendo estos menos sensibles a las críticas, con una mejor salud física, mayor capacidad de disfrutar de sus relaciones interpersonales y más independientes (Lundgren, 1978). Otros factores protectores pueden ser, el apoyo social y las variables socioeconómicas (Sandin, 1995).
Consecuencias
A nivel psicológico, la reacción más frecuente ante el sometimiento al estrés es la ansiedad. El estrés, también puede producir enfado o ira, irritabilidad, tristeza-depresión, y otras reacciones emocionales. Además de estas reacciones emocionales, se pueden identificar otros síntomas producidos por el estrés, como son el agotamiento físico, la falta de rendimiento, etc. (Peiro, 2001). Si el estrés es muy intenso y se prolonga en el tiempo, puede llegar a incidir en la salud física: insomnio, hipertensión, cefaleas, etc. (Ganster y Rosen, 2013). Los fallos relacionados con la memoria como lapsus y olvidos selectivos de información relacionada con el ámbito laboral suelen ser habituales también, de la misma forma que las dificultades para centrar la atención en temas laborales, los problemas de concentración y la disminución en la capacidad para realizar varias tareas a la vez (Wiegel, Sattler, Göritz y Diewald, 2014).
Referencias
Bandura, A. (1986). Social foundations of thought and action: A social cognitive theory. Englewood Cliffs, NJ: Prentice-Hall
Duran M.M (2010). Bienestar psicológico: El estrés y la calidad de vida en el contexto laboral. Revista nacional de administración, 2010 1 (1), 71-84.
Ganster, D. C. y Rosen, C. C. (2013). Work stress and employee health: A multidisciplinary review. Journal of Management, 39(5), 1085-1122.
Karasek, R.A. (1979): Job demands, job declsion latitude and mental strain. Implications for job redesign. Administrative Sicence Quarterly, 24, 285-308.
Lazarus, R. S. (1993). From psychological stress to the emotions: A history of changing outlooks. Annual Review of Psychology, 44, 1-21.
Lazarus, R.S. (2000). Toward better research on stress and coping. American Psychologist, 55 (6), 665-673.
Lundgren, D. C. (1978). Public esteem, self-esteem, and interpersonal stress. Social Psychology, 41(1), 68-73.
Peiró, J. y Salvador, A. (1992). Desencadenantes del Estrés Laboral. España: Editorial UDEMA S.A.
Peiro, J.M. (2001). El estrés laboral: una perspectiva individual y colectiva. Investigación Administrativa, 88, 31-40.
Sandín, B. (1995). El estrés. En A. Belloch, B. Sandín y F. Ramos . Manual de psicopatología. Madrid: McGraw-Hill.