Dolor emocional

El dolor emocional es toda sensación de sufrimiento o padecimiento desarrollado a nivel psíquico sin que medie para su aparición un motivo físico, con lo cual, también hay miles de experiencia que pueden hacer sufrir a una persona mucho más allá de lo físico. Este tipo de dolor merece la misma atención que el dolor físico. Puesto que, al igual que se buscan curas y tratamientos para paliar heridas y contracturas, se debería de hacer lo mismo con nuestros miedos y tristezas.

Tanto el dolor físico como el emocional tiene una función adaptativa y de supervivencia. Ya que, permite a la persona evitar situaciones dolorosas o la búsqueda de protección ante acontecimientos aversivos. No obstante, en el momento que el dolor pasa a ser prolongado en el tiempo, permanente o supera los recursos y/o las capacidades personales deja de tener dicha función. En los casos más extremos cuando el dolor emocional deja de ser adaptativo se puede pasar de la tristeza a la depresión.

Algo llamativo con lo que se han encontrado los neurocientificos sobre el dolor emocional ha sido que las zonas cerebrales que se activan cuando sufrimos dolor físico son las mismas que se activan al padecer tristeza, desolación intensa o desasosiego. Lo que significa que el dolor físico y el dolor emocional son procesados en el cerebro por la misma área: la corteza cingulada anterior, que se encuentra en la corteza frontal. En dicha zona se producen las funciones más evolucionadas y humanas. 

En cuanto a las causas del dolor emocional no cabe duda de que son puramente mentales y generalmente están precedidas por vivencias de tipo aversivas (siendo pues su origen mayormente ambiental). En el momento en el que una persona piensa que no puede hacer nada ante el dolor emocional se queda paralizada.

Epicteto decía: “No nos afecta lo que nos sucede, sino lo que nos decimos acerca de lo que nos sucede”. El cerebro no haces distinciones entre la realidad y lo que uno puede imaginar, para él es lo mismo.

Este dolor se suele asociar a dolor de huesos, espalda, vómitos, diarrea, cefaleas, fiebre o mareos. Incluso también con problemas sexuales, tales como, impotencia, disfunción eréctil o perdida de libido. Asimismo, puede provocar problemas con el habla o bloqueos en el movimiento de algunas partes del cuerpo (conocido como catatonia rígida o flácida). Además, cabe destacar que cualquier impacto emocional puede estar asociado a una lenta recuperación de una enfermedad o incluso, hasta de la aparición de ella, como ya lo ha demostrado la psiconeuroendocrinoinmunología.

Ante una situación de pandemia como en la que nos encontramos actualmente, en la que el dolor emocional es visible, lo primero sería reconocer la existencia del dolor, aceptarlo y asumir que cada experiencia dolorosa supone un proceso más o menos prologando para superarse. Del mismo modo, que también será esencial identificar una y cada una de las emociones que generan el sufrimiento y los sucesos que lo han provocado, en el caso de que sean desconocidos.

Tras este primer contacto con las emociones, la persona debe permitirse expresarlas procurando aprender a modificarlas o incluso introducir experiencias que generen emociones incompatibles con el sufrimiento. De cara a superar el dolor, la búsqueda de alternativas, de soluciones a los motivos del sufrimiento o la experimentación de nuevas experiencias pueden ser de gran ayuda.

Sin embargo, también hay muchas más opciones y estrategias para superar el dolor emocional del que venimos hablando. El apoyo en los familiares, amigos y personas más cercanas es fundamental al igual que en otras experiencias de la vida. Asimismo, la práctica de relajación, meditación, yoga… es muy positiva. Se ha demostrado que esas prácticas son beneficiosas puesto que, disminuyen la ansiedad y la tensión que el dolor suele generar, y como consecuencia la percepción del dolor.

En los casos más extremos donde la persona lo necesite también es aconsejable recurrir a una ayuda de profesional. El objetivo fundamental del psicólogo en estos casos es lograr normalizar la vida de la persona que siente dolor, para que recupere el entorno personal, familiar y laboral. Para ello, se fomenta que los pacientes incrementen y perciban el control sobre su dolor, y tomen un papel activo en su recuperación. También intervienen en los problemas derivados como las relaciones personales, problemas del sueño, laborales, etc.

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