Hoy en día es conocido que el consumo de alcohol durante el embarazo puede conllevar consecuencias negativas para el desarrollo del feto e incluso, en los casos más graves, provocar la muerte de éste (Guerri, 2010). A pesar de ello, en ocasiones, el consumo de alcohol durante el embarazo no cesa, manteniéndose estable o reduciéndose únicamente de manera parcial. Esto sucede a pesar de que ninguna cantidad de alcohol, por pequeña que ésta sea, puede considerarse segura durante la gestación del bebé. Así, diversos estudios afirman que el consumo de una/dos copas de vino al día o de una sola bebida alcohólica a la semana se encuentra asociado con la aparición de alteraciones físicas, cognitivas y/o conductuales en la infancia o la adolescencia. Del mismo modo, tampoco existe ningún momento durante el periodo gestacional en el que el consumo de alcohol no conlleve riesgos (Alcantud, Alonso y Jiménez, 2012).
Las diferentes alteraciones que pueden presentar aquellas personas que fueron expuestas al alcohol durante el embarazo se enmarcan dentro de lo que se denominan Trastornos del Espectro Alcohólico Fetal (TEAF) (Wilhoit, Scott y Simecka, 2017). La manifestación de este tipo de trastornos es heterogénea, variando entre los diferentes niños afectados. A nivel físico, muchos recién nacidos con TEAF presentan un tamaño de cabeza, un peso y una altura menores de lo habitual. Además, también son frecuentes algunas características faciales como el puente nasal plano, surco nasolabial poco pronunciado, labio superior fino, nariz respingona o parte superior de la oreja sin desarrollar, entre otros. A todo ello, habría que añadir la posibilidad de que presenten problemas relacionados con la visión o la audición, así como problemas óseos, alteraciones cerebrales, o complicaciones de corazón y/o riñones (Caputo, Wood y Jabbour, 2016; Wilhoit, Scott y Simecka, 2017). A nivel cognitivo, las alteraciones pueden incluir dificultades en atención, aprendizaje, memoria, lenguaje, seguimiento de instrucciones, razonamiento y/o comprensión de las consecuencias de sus actos. A nivel conductual, también pueden mostrar dificultad para regular su propia conducta, hiperactividad o agresividad. A su vez, todo ello puede dar lugar a un bajo desempeño académico, pobre desarrollo de las habilidades sociales, dificultades para construir y mantener relaciones sociales sanas y/o para ceñirse a las normas sociales o legales (Wilhoit, Scott y Simecka, 2017).
La manifestación más grave de este tipo de trastornos se conoce como Síndrome de Alcoholismo Fetal (SAF). Se estima que en España 2 de cada 1000 recién nacidos presentan este síndrome (Guerri, 2010). Sin embargo, la prevalencia de éste incrementa de forma notable en niños que han sido adoptados de Rusia, estimándose que hasta un 20,4% de estos niños presentan un SAF. El diagnóstico del SAF debe realizarse en base a los siguientes criterios (Hoyme, 2016):
- Presentar al menos dos rasgos faciales característicos de este síndrome:
- Fisuras palpebrales cortas (ojos poco alargados).
- Surco nasolabial poco pronunciado.
- Labio superior fino.
- Retraso del crecimiento prenatal y/o postnatal:
- Altura o peso inferior al esperado (percentil ≤ 10).
- Alteraciones cerebrales relacionadas con el neurodesarrollo, morfogénesis o neurofisiología, debiendo presentar al menos dos de las siguientes características:
- Circunferencia de la cabeza inferior a lo esperado (percentil ≤ 10).
- Alteraciones estructurales del cerebro.
- Convulsiones no febriles recurrentes, que no se explican por otro tipo de afección.
- Alteraciones cognitivas o conductuales:
- En niños con menos de 3 años:
- Evidencia de algún retraso del desarrollo (≤ 1.5 desviaciones típicas).
- En niños de 3 años o más (a o b):
- a) Presencia de deterioro cognitivo:
- Evidencia de deterioro global (≤ 1.5 desviaciones típicas en cociente intelectual global, verbal o espacial).
- Alteración cognitiva en al menos un dominio cognitivo (aprendizaje, memoria, funcionamiento ejecutivo o habilidades visuo-espaciales).
- b) Presencia de alteraciones conductuales:
- Evidencia de al menos una alteración conductual relacionada con la capacidad de auto-regulación (déficit de atención, falta de control de los impulsos, o dificultad en la regulación del estado de ánimo o de la conducta; ≤ 1.5 desviaciones típicas).
- a) Presencia de deterioro cognitivo:
- En niños con menos de 3 años:
Por el momento no ha sido posible determinar qué cantidad de alcohol debe consumir una mujer durante el embarazo para que se produzca un TEAF o un SAF. Además, existen varios factores que parecen contribuir a su aparición como la cantidad de alcohol consumida, la cantidad de tiempo durante la cual se consume, la vulnerabilidad del feto al alcohol o la base genética de la madre (Wilhoit, Scott y Simecka, 2017). Por otro lado, también se han estudiado las características específicas de las madres de niños con TEAF, siendo más común en madres de entre 30 y 50 años, solteras, en situación de desempleo, con un nivel educativo no elevado, con más hijos, que han estado en tratamiento previo por consumo de alcohol, diagnosticadas de algún trastorno mental y/o que mantienen el hábito de fumar durante el embarazo (Cannon, Dominique, O’Leary, Sniezek y Floyd, 2012).
Como es evidente, en el caso de los TEAF o del SAF la intervención más eficaz es aquella que se orienta a la prevención del consumo de alcohol durante el embarazo (Wilhoit, Scott y Simecka, 2017). De este modo, en un primer nivel de intervención, resulta especialmente importante invertir esfuerzos en la educación de la población sobre las consecuencias que el consumo de alcohol puede conllevar en el bebé y, consecuentemente, en la vida de los propios padres. En este sentido, debe hacerse hincapié en el hecho de que la única forma de eliminar el riesgo de tener un hijo con TEAF o SAF es reducir el consumo de alcohol a cero durante todo el periodo gestacional. Aun así, muchas mujeres no descubren que están embarazadas hasta que han transcurrido uno o dos meses de gestación, especialmente en aquellos casos en los que el embarazo no es planificado, lo cual dificulta la prevención total de este tipo de trastornos.
En un segundo nivel, una vez el diagnóstico de TEAF o SAF ya se ha establecido, resulta necesario intervenir desde un enfoque físico, cognitivo y/o conductual en función de las áreas afectadas en cada caso (Wilhoit, Scott y Simecka, 2017). Así, en niños menores de tres años puede ser necesario aplicar intervenciones dirigidas a favorecer y mejorar el desarrollo de habilidades motoras, el habla y/o la capacidad de interacción con otros. En edades posteriores, intervenciones dirigidas al desarrollo del funcionamiento cognitivo y social pueden resultar necesarias en atención, aprendizaje y memoria, lenguaje expresivo y comprensivo (tanto oral como escrito), capacidades matemáticas, funciones ejecutivas (razonamiento, resolución de problemas, toma de decisiones, flexibilidad cognitiva, abstracción, etc.) y/o habilidades sociales. Por último, en aquellos casos en los que existan alteraciones conductuales, las intervenciones psicoterapéuticas en las que se favorezca también el desarrollo de habilidades parentales pueden resultar beneficiosas.
Bibliografía
Alcantud, F., Alonso, Y., y Jiménez, E. (2012). Trastornos del desarrollo asociados con la exposición al alcohol durante el embarazo y la lactancia. Valencia: Nau Llibres.
Caputo, C., Wood, E., & Jabbour, L. (2016). Impact of fetal alcohol exposure on body systems: A systematic review. Birth Defects Research Part C: Embryo Today: Reviews, 108(2), 174-180.
Cannon, M. J., Dominique, Y., O’Leary, L. A., Sniezek, J. E., y Floyd, R. L. (2012). Characteristics and behaviors of mothers who have a child with fetal alcohol syndrome. Neurotoxicology and teratology, 34(1), 90-95.
Guerri, C. (2010). Nuevos programas de información y prevención en Europa para reducir los riesgos del consumo de alcohol durante el embarazo y la aparición del Síndrome Alcohólico Fetal y sus efectos relacionados. Adicciones, 22(2), 97-100.
Hoyme, H. E., Kalberg, W. O., Elliott, A. J., Blankenship, J., Buckley, D., Marais, A. S., … y Jewett, T. (2016). Updated clinical guidelines for diagnosing fetal alcohol spectrum disorders. Pediatrics, 138(2), e20154256.
Wilhoit, L. F., Scott, D. A., y Simecka, B. A. (2017). Fetal alcohol spectrum disorders: characteristics, complications, and treatment. Community mental health journal, 53(6), 711-718.