Para empezar, decir que es la evaluación cognitiva de la situación lo que determina como respondemos emocionalmente, es decir, no es la propia situación o estímulo si no la interpretación que se hace. Otras veces, es la emoción lo que suscita los pensamientos. Una emoción es una experiencia multifactorial ya que implica diferentes niveles de activación de placer o desagrado, está asociado a experiencias y motivaciones internas y también esta mediado por factores contextuales o culturales. A veces, nos preguntamos porque uno tiene tendencia a los pensamientos o afectos negativos y porque es tan difícil deshacerse de ellos. Esto es porque la mente humana se desarrolló para estar preparada para identificar las situaciones amenazantes, debido a que no hacerle caso puede suponer un peligro real para uno mismo. Por esto, el afecto negativo suele perdurar en el tiempo mientras que los periodos en las que predominan los afectos positivos son más cortos.
La flexibilidad emocional es también un factor importante que determina en qué medida uno puede adaptarse a las diversas demandas del entorno y en consecuencia puede modular las conductas o las actitudes hacia ellas. Esto es importante para poder adaptarse a situaciones especialmente complejas (discusiones de pareja, presión en el trabajo, etc.). Las personas con escasa tolerancia al malestar, tienen tendencia a mostrar estrategias de evitación de la emoción. En consecuencia, se perciben como más catastróficas. Por el contrario, las personas con alta tolerancia a la frustración y al malestar, muestran una mayor predisposición a exponerse a estas situaciones y a percibirlas con un mayor afecto positivo.
Cuando percibimos que las cosas nos afectan especialmente y reaccionamos más negativamente, la excesiva preocupación lleva a que la situación sobrepase a la persona, que la percibe con mayor incertidumbre. Esto hace que la situación sea considerada como negativa o peligrosa. Por ejemplo, si una persona presenta dificultades para abordar desacuerdos, cuando esté en una situación en que haya que hacerlo, puede percibirla como peligrosa. De la misma manera, para otra persona con tendencia a ser directa y enfrentar estas situaciones, implicarán una menor amenaza. Hay personas que tienen tendencia a la rumiación, que es la actitud en la que se da vueltas constantemente a unas determinadas ideas sobre un acontecimiento que ya ha ocurrido o puede ocurrir y por la peligrosidad percibida, la experiencia del afecto negativo aumenta.
El autoconcepto es una característica muy importante en este proceso debido a que muchos autores han expresado que está estrechamente relacionado con la sensación de control. La autoestima, en parte, está mediada por la percepción de uno mismo en relación a la efectividad para afrontar las situaciones. Por esto, un Yo o una autoestima más fuerte implica una mayor seguridad en la efectividad de las respuestas de afrontamiento (Garmezy y Rutter, 1983).
El estilo afectivo es lo que caracteriza las diferencias individuales ante las distintas situaciones. Este estilo es lo que va a determinar la manera de buscar las estrategias de afrontamiento. Hay personas que tratan de resolver las situaciones centrándose en el problema concreto, por ejemplo, cuando un hijo va mal en los estudios se le ayuda a planificarse mejor, a estudiar mejor, se le apunta a una academia, etc. Otras personas se centran más en la emoción que provoca ese problema. En el ejemplo anterior, la atención estaría mas enfocada en los posibles problemas que originan del bajo rendimiento escolar como la falta de motivación, los problemas interpersonales etc.
Hay varias características que determinan el estilo de afrontamiento afectivo individual, y la diferente percepción de una misma situación:
- La fortaleza personal: cuanto tiempo se requiere para recuperarse de la adversidad.
- La actitud Si la visión del mundo está más remarcada por el afecto positivo o negativo, es decir, si uno tiene tendencia al positivismo o al negativismo.
- La intuición social: La capacidad de entender y decodificar las señales no verbales en los demás.
- La autoconciencia: Hace referencia a la capacidad de entender las señales del estado interno de uno mismo como la frecuencia cardiaca, la tensión muscular, el estado emocional y las propias necesidades.
- La adaptación contextual: Es la capacidad de adaptarse a los distintos contextos (laboral, social, familiar, etc.)
- El estilo atencional: Es la capacidad de la persona de centrarse en la tarea y poder inhibir los estímulos emocionales que pueden hacer que se distraiga de lo importante.
Por último, hay que mencionar que la personalidad juega un papel importante también. Algunos estudios han concluido que las personas más extrovertidas y sociables tienden más a usar estrategias activas y a expresar sus emociones libremente, mientras que las personas más introvertidas e inseguras tienden a utilizar estrategias de afrontamiento más pasivas, con tendencia a la evitación, a los pensamientos ansiosos, a la autocrítica y la reducción de relaciones interpersonales (Castaño y Del Barco, 2010).
Referencias
Castaño, E.F & Del Barco, B. L (2010). Estrategias de afrontamiento del estrés y estilos de conducta interpersonal. International Journal of Psychology and Psychological Therapy, 10(2),245-257.
Garmezy N, & Rutter M (1983). Stress, Coping and Development in Children. McGraw-Hill. Nueva York, 1983.
Hofmann, S.G. (2016). La emoción en psicoterapia. De la ciencia a la práctica. Paidós: Barcelona