Dormir a mi hija por las noches es tarea de su padre, y desde hace aproximadamente dos meses todas las noches se queda dormida escuchando las mismas cuatro canciones. Entonces cuando hace un par de noches mi pareja no llegó a tiempo para dormirla, cundió el pánico en mi casa. ¡Yo no tenía las canciones! Le expliqué que no cantaríamos “kaixo txiki” y ella tranquila me dijo “ok”, pero muy amablemente me pidió que me fuera. Salí de su cuarto y escuché como comenzó a cantar “kaixo kaixoo txiiikiiiii” y, al cabo de un rato, se quedó dormida.
La música siempre ha estado presente en mi casa desde que yo era pequeña y ahora que tengo una niña, esto no ha sido diferente. Y probablemente sea el caso de la mayoría de los niños y las niñas hoy en día. La música para ellos y ellas no es solo una forma más para dar y recibir cariño, sino que también ayuda en la formación de conexiones cerebrales que se establecen durante los primeros tres años de vida. Así como hay diferentes juegos para las diferentes etapas del desarrollo, los niños y las niñas vivirán la música de forma diferente según vayan creciendo. La música y las experiencias musicales por si solas promueven el desarrollo de diferentes habilidades socioemocionales, motoras y cognitivas; si bien el participar en experiencias musicales planificadas puede potenciarlo aún más. Algunas de las habilidades son:
Habilidades socioemocionales. La música es frecuentemente una actividad que se comparte con otras personas, lo que la convierte en una experiencia básicamente social. Esto puede promover el desarrollo las siguientes habilidades:
-Autorregulación. El primer rol de la música en los y las bebés es cuando los padres y madres les cantan nanas para calmarlos/as. Los adultos ayudan a los y las bebés a calmarse, lo que promueve su propia capacidad de autorregulación, es decir la habilidad para gestionar el propio estado emocional.
–Comprensión de emociones. Aquí entran dos factores: uno, el cantar sobre las emociones les permite aprender sobre ellas; y dos, que la música evoca emociones.
–Cooperación. Las experiencias musicales frecuentemente requieren de un trabajo en equipo, en donde cada niño y niña debe poner su esfuerzo para obtener un resultado; es decir cada niño y niña debe tocar un instrumento, hacer un ritmo o hacer un sonido para que, en conjunto, suene una canción.
–Autoestima, autoconfianza y autoeficacia. Tocar algún instrumento (hablo de una maraca o xilófono en niños y niñas pequeños/as) puede generar sentimiento de que son competentes al generar un impacto en el mundo que los rodea. Los niños y las niñas están constantemente en busca de aprobación y atención, por lo que si al tocar el piano de juguete consiguen atención y aprobación por parte de los y las mayores, les generará un sentimiento de valía que puede propiciar el desarrollo de estas habilidades; además de una simple acción-consecuencia (pico aquí y suena).
–Compartir y tomar turnos. Al tomar turnos en tocar el tambor o usar el pandero se fomenta la capacidad de compartir. Además, el cantar canciones en donde los niños y niñas canten una parte y los adultos otra se fomenta también el tener que esperar a su turno.
–Conciencia cultural. Normalmente cantaremos a nuestros hijos e hijas las canciones que nos cantaron nuestros padres, madres o cuidadores, lo que en sí serán canciones adaptadas a nuestras culturas. Además, a no ser que vivamos en un entorno con una cultura diferente a la propia, probablemente serán las mismas canciones que se canten en los centros educativos. El que niños y niñas escuchen las mismas canciones en casa y en entornos educativos propicia en ellos y ellas un sentimiento de seguridad en nuevos entornos y da importancia a su cultura e idioma.
Habilidades motoras. De igual forma, la música promueve el desarrollo de diferentes habilidades motoras: desarrollo motriz grueso, motriz fino, equilibrio, conciencia del cuerpo y coordinación bilateral y cruzar la línea media.
Habilidades cognitivas. La música otorga un entorno en donde se pueden practicar diferentes patrones o conceptos con un tono amigable (¿quién no inventó canciones con los elementos de la tabla periódica para aprendérselos?). Algunas de las habilidades o áreas cognitivas que se pueden desarrollar mediante la música son planificación, memoria, inhibición, flexibilidad, contar, aprender patrones y secuencias, ritmo, discriminación, juego simbólico y lenguaje.
La música en una edad temprana no solo apoya al desarrollo de diferentes habilidades, sino que algunos estudios han destacado su rol en la relación padre/madre-hijo/hija. En los últimos años diferentes estudios han encontrado que el asistir a musicoterapia ha fomentado el apego entre ambos no solo en contextos sanos, sino que también en situaciones en donde la relación de apego no es adecuada o es vulnerable. En estos casos se ha visto que participar en una intervención basada en musicoterapia puede generar que se establezca un apego seguro y más sano. Incluso se ha visto que el cantar nanas por los padres o aplicar ciertos aspectos de musicoterapia en unidades de neonatos influye en la función cardiaca y respiratoria de los neonatos, en los hábitos alimenticios y patrones de succión e incrementa los periodos de alerta. Además, el que los padres canten nanas a los neonatos puede fomentar el apego, lo que no solo beneficia el bebé, sino que también se reduce el estrés en los padres asociado al cuidado de un bebé prematuro. Yendo aún más allá, algunos estudios han descrito que la música genera situaciones de unión entre padres/madres-hijos/hijas cuando estos últimos se encuentran hospitalizados por cáncer.
Si tienes hijos o hijas probablemente le has cantado tal vez desde antes de nacer, has tocado algún instrumento con el o ella, han bailado o hasta han inventado sus propias canciones. Todo esto sin ser conscientes del beneficio que podría tener en tu pequeño o pequeña y tu relación con el o ella. Ahora que lo sabes, ¡es hora de sacar las maracas!
Referencias
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