La importancia de aceptar las emociones de los niñ@s

Existe una relación entre lo que los niños siente y la forma en la que se comportan. La labor de los padres o cuidadores no debe ser argumentar para que los niños cambien de emoción sino acercarnos a ellos, conectar, sintonizar con el sentimiento que pueden estar experimentando.

Papá E Hijo, Papá Y El Hijo Fuera, Paja

En ocasiones sin darnos cuenta y en otras con el objetivo de que nuestros hijos salgan de las denominadas emociones “negativas” (tristeza, culpa, enfado…) tendemos a negar este tipo de emociones, aumentando sin darnos cuenta en ellos el nivel de tensión que están experimentando. Además, en este juego de las relaciones no solo entran en cuestión las emociones experimentadas por los niños sino las propias de los padres y las que se dan en el momento de la interacción.

Os presento un ejemplo para poder entender esto de una manera cotidiana:

Hoy se ha celebrado la fiesta de cumpleaños de tu hij@. Esa fiesta que tanto tiempo llevas organizando. Has visto que durante la fiesta ha disfrutado y tú has tenido que estar un tanto tenso pendiente de todos los detalles y acontecimientos que allí se daban. Al finalizar la fiesta y llegar a casa tu hij@ comienza a quejarse por ponerse el pijama, tener que irse a la cama… y finalmente te dice que no le ha gustado nada su fiesta de cumpleaños y que no lo ha pasado nada bien.

En ese momento la respuesta instintiva de los padres puede ser:

Pero si te he visto que lo estabas pasando genial, con el esfuerzo y dinero que hemos invertido para tu fiesta… última vez que celebramos tu fiesta de cumpleaños. Ahora a la cama que no quiero oírte más.

Esto puede ir acompañado de algún grito… lloro por parte del niñ@… etc.

Es importante que en este momento desde la perspectiva y tranquilidad examinemos que está pudiendo pasar en esta interacción padres hij@. El niñ@ viene de una fiesta con muchas emociones, puede sentirse algo cansad@… puede haber tenido algún pequeño enfado con alguno sus amig@s, además con tanto acontecimiento puede no haber tenido ese espacio y momento para sentir el calor del acompañamiento paterno.

Además, en el adulto también se dan un cumulo de emociones, añadiendo estrés, cansancio…

Sumando el volcán emocional en el que se pueden sentir ambas partes, se da una situación conflictiva, como que no te haga caso. La respuesta del adulto es clave para que pueda haber una resolución satisfactoria y sana del problema. Desde nuestra visión creemos que es muy importante ser consciente de nuestras propias emociones en ese momento. A continuación, conectar con la emoción que puede estar viviendo nuestro hij@, sintonizar con su estado emocional… teniendo en cuenta que es un niñ@ y la gestión que tiene de sus emociones no puede ser como la de un adulto sano. Es importante que los padres sepan que la gestión emocional se va desarrollando a lo largo de los años. Por lo que no es nada realista intentar pedir a los niñ@s que sean capaces de hacer este trabajo de manera innata, sin un aprendizaje previo. Saber esto puede tranquilizar a muchos padres que no entienden las rabietas repentinas de su hij@, conductas caprichosas… probablemente ell@s tampoco sepan exactamente lo que les está ocurriendo y aunque en ocasiones lo parezca, no lo hacen con intención de fastidiarnos… sino que habitualmente se debe a una capacidad todavía inmadura de gestionar las emociones.

Algunas claves para poder conectar con ellos y que se sienta comprendidos, escuchados y queridos son:

  1. Escucha con atención: mira a los ojos, a poder ser a su misma altura, desde una posición receptiva, dándole señales de lo que nos está contando nos importa.
  2. Reconocer y aceptar sus emociones: nunca debemos negarlas, con frases del tipo: seguro que no es para tanto. Es importante para ellos sentir que una persona adulta, que representa para él su seguridad: le entienda, le recoja… esto hará que se teja entre padres e hijos una red de confianza en la que los hijos encuentren en sus padres una base segura a la que poder acudir.
  3. No dejarnos invadir por las emociones de los niñ@s: los adultos somos los modelos de referencia de nuestros hijos. Si tras una rabieta o enfado de mi hij@, respondo con un enfado mayor probablemente la situación empeore. No se trata de no expresar nuestras emociones a nuestros hij@s, sino de poder expresarlas de tal manera que ellos no las vivan como amenazantes.
  • Darle un nombre a la emoción: Se trata de que ellos conozcan que les está ocurriendo y nosotros podemos ayudarles en ese proceso. Además, cuando los padres dan nombre a ese sentimiento ellos suelen sentir una sensación de alivio, de consuelo. Con frases como: parece que estas enfadad@, quizá te encuentres cansado tras este día tan ajetreado.
  • No se trata de darles lo que quieren: En ocasiones podemos confundir el estar ahí, no gritar… con ser padres poco rigurosos que no ponen límites a sus hij@s. No se trata de darles lo que quieran, sino que en ese proceso de ponerles limites también les podamos acompañar y consolar si no les gusta nuestras decisiones. Si tras una rabieta o enfado, permaneces cerca de él, sin hablarle demasiado (no es momento de intentar que reflexione), con una postura receptiva, el niñ@ generará la seguridad de que sus padres permanecen ahí para ayudarle cuando él lo necesite.
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Acompañar a un hij@ en este viaje es complicado, pero también apasionante. No existen fórmulas mágicas para saber que les ocurre a nuestros hij@s en cada ocasión: porqué hoy no quiere comerse el bocadillo, porqué hoy se pelea con su herman@ o porqué no quiere sentarse en la mesa a cenar y quizá ellos mismos tampoco sepan porqué están actuando de esa manera. Por eso es tan importante que se sientan acompañados, escuchados y comprendidos y a través de la gestión que nosotros vayamos haciendo de estas situaciones ellos podrán ir dando nombre a esas emociones para poder gestionarlas de manera más satisfactoria.

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