EL VÍNCULO EN TERAPIA

El acudir a terapia muchas veces se compara con la experiencia de un viaje; uno lleno de particularidades. Una de ellas es que lo realizamos acompañados por un profesional con el cual establecemos una relación en la que se genera el vínculo terapéutico.

Este vínculo es distinto a cualquier otro que se dé en nuestras vidas; es diferente a los vínculos familiares, a los vínculos de amistad y a los vínculos de pareja. El terapeuta se interesa genuinamente por las necesidades y preocupaciones del paciente pero no forma parte de sus relaciones interpersonales cotidianas.

Una definición para el vínculo terapéutico sería “El hilo invisible que se arma entre el paciente y quien lo atiende.” 

Múltiples psicólogos e investigadores hablan de la relevancia de este vínculo; obteniendo incluso un peso mayor que las propias técnicas en la eficacia de la terapia. Un buen vínculo por tanto es el primer objetivo a lograr y es indispensable para el trabajo posterior. Carl Rogers fue el primer psicólogo en destacar la importancia de este vínculo y habló de 3 características necesarias en el terapeuta para el establecimiento de este buen vínculo: la empatía, la aceptación incondicional y la autenticidad o congruencia. Aunque a veces el vínculo pueda sufrir fluctuaciones y se produzcan desencuentros en la relación siempre debemos tratar de repararlos para el buen curso del viaje.

 ¿Qué consideramos entonces un buen vínculo en terapia? Aquel constituido por una relación empática y segura en la que poder comunicarnos sin sentirnos juzgados, en el cual además contamos con un acompañamiento en la dificultad y un acuerdo en las tareas y los objetivos a lograr. 

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