Atención plena: introducción al mindfulness

En un mundo lleno de cambios y distracciones, en el que pasamos los días rodeados de un gran número de estímulos, supone un gran reto permanecer con la atención enfocada en aquello que realmente nos interesa en cada momento. Más aún, si poseemos alguna característica que nos dificulta enfocar dicha atención.
Los últimos años se viene escuchando el término mindfulness en diferentes ámbitos de nuestra vida. Pero… ¿en qué consiste esto del mindfulness?, ¿de dónde viene?, ¿para qué se utiliza?
La palabra mindfulness es la traducción al inglés de “sati”, término pali (idioma de los textos budistas de hace aproximadamente 2.500 años) que implica consciencia, atención y recuerdo (Siegel y cols.,2004). Se ha traducido al castellano como atención o consciencia plena, pero al no ser una traducción estándar, muchos autores utilizan el vocablo mindfulness del inglés. Significa prestar atención de manera consciente a la experiencia del momento presente con curiosidad, aceptación y sin juicio (Kabat-Zinn, 2004).
El Midfulness se puede entender como un constructo teórico, como una práctica para desarrollar la atención plena (prácticas de meditación) y también como un proceso psicológico (estar atento); cuya practica consiste en enfocar la atención en un objeto determinado (Germer, 2011).
Con la práctica del mindfulness se trabaja la atención. Esta atención nos permite aprender a relacionarnos con lo que ocurre en el momento presente en nuestra vida, identificando así, nuestras sensaciones, emociones y pensamientos, sin necesidad de juzgarlos. Bien sean agradables o desagradables. Además, desarrollamos actitudes como la apertura a la experiencia, la aceptación, la paciencia, el no juicio, el no forzar, el soltar, el dejar ir, desprenderse (de cosas, personas, situaciones) etc… de esta manera se puede identificar lo que surge, en nuestra experiencia, tal cual es.
Tras el entrenamiento de nuestra atención podemos comenzar a responder a los estímulos en lugar de reaccionar de forma automática. Además, con una práctica continuada, desarrollamos la capacidad de dirigir nuestra atención hacia aquello que nos interesa en cada momento.
Debido a la repercusión de la práctica en el bienestar físico, psicológico y emocional de las personas que practican la atención plena, el mindfulness se ha convertido en una herramienta en diferentes campos como la psicología, la medicina, la neurociencia, la educación, la empresa y en los últimos años también se está utilizando con éxito en el deporte.
Aunque la práctica de la atención plena se asocia con una disminución en la ansiedad, la impulsividad, la distracción, el sufrimiento, etc., con un aumento de la concentración, la atención y la capacidad de aceptar la realidad con menor resistencia hacia lo que nos desagrada… y con la potenciación de nuestra autoconsciencia y metacognición; favoreciendo así, una adecuada toma de decisiones; en ocasiones, también se han dado efectos desagradables como el aumento de pensamientos negativos, sentimientos de desorientación, confusión, ansiedad… (Farias y Wikholm, 2016). Estos últimos, son más probables cuando se realizan prácticas prolongadas como son los retiros.
Baer y Kuiken, en 2016, identificaron varios factores para aprender mindfulness con seguridad: el primero para tener en cuenta sería la intensidad de la práctica, dónde la práctica informal tiene una intensidad baja, la práctica formal es de una intensidad media y los retiros de meditación tienen una intensidad alta. Ante esta última, se necesita más atención científica para obtener más datos sobre los posibles efectos adversos. La vulnerabilidad mental sería un segundo factor para tener en cuenta y realizar, en caso necesario, una adaptación de la práctica. El tercer y último factor para tener en cuenta, sería la calidad de la instrucción, para lo cual, sería necesaria una formación homologada en mindfulness y en caso de trabajar con población clínica, titulación en salud mental.

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