Tradicionalmente, el trastorno del espectro autista (TEA) ha sido asociado a los hombres, para los que se daba una alta detección precoz y un gran acceso a atención temprana. Encontrándose que, en España, en el año 2015 el 81,43% de las personas diagnosticadas con TEA eran hombres y sólo el 18,53% eran mujeres.
Este trastorno se define como un trastorno neurológico, evidenciable desde la infancia, en el que hay déficit en la interacción y comunicación social (estos niños no juegan con otros niños, no hacen gestos y evitan mirar a los ojos), se dan conductas estereotipadas y repetitivas, rigidez cognitiva, intereses restringidos y poca tolerancia a ciertos estímulos sensoriales. Su origen tiene bases genéticas y ambientales. Es un trastorno que cuenta con gran variabilidad interpersonal, con una expresión de los síntomas diferente y una consecuente necesidad de intervención distinta.
A pesar de estar claro que se trata de espectro heterogéneo, no ha sido hasta hace poco que la evidencia científica ha constatado los sesgos y malas prácticas que se han estado dando para construir la imagen de lo que es el espectro autista y cómo detectarlo. Al haber centrado la definición del trastorno en el estudio de la sintomatología que presentan los varones, sin tener en cuenta las diferencias de género, han dado lugar a métodos de evaluación que pasan de largo señales de alerta que presentan las mujeres TEA y que en muchos casos son desconocidos para los profesionales de la salud.
Algunas de las razones para que no reconozcamos como tal a muchas mujeres TEA, que nos presentan las recientes investigaciones, son:
- Mayor capacidad social: las niñas tienen más conciencia de la importancia de actuar adecuándose a lo social y hacen un esfuerzo consciente que permite enmascarar conductas típicas del TEA: observarán a su alrededor en busca de modelos a los que imitar en situaciones sociales (gestos, respuestas) ocultando así sus dificultades. Las mujeres con TEA, por lo tanto tendrán más probabilidad de formar parte de grupos de amigos.
- El foco de los intereses suele estar centrado en temas más cercanos a los del resto de la población. Mientras que en los niños estos intereses suelen resultar más excéntricos y disruptivos.
- Las niñas tampoco presentarán conductas tan repetitivas o estereotipadas como presentan los varones, y tampoco aparecerán con tanta frecuencia.
- Conductualmente, las niñas se presentarán menos agresivas y no tenderán a actuar de manera física. Las manifestaciones observables serán más de tipo ansioso y de perfeccionismo en ciertos aspectos de su vida, por lo que los diagnósticos de trastornos de ansiedad son muy comunes en estos casos, junto a su alta comorbilidad con otros trastornos como los TCAs y el TDAH.
Por lo tanto, es importante evidenciar estas diferencias según el género, aumentar la conciencia de que las mujeres también sufren de TEA y hay muchas sin diagnosticar sin conocimiento de por qué son “diferentes” o con diagnósticos erróneos. Que aumente el conocimiento acerca de los signos que indican que una mujer se encuentra dentro del espectro autista, en especial dentro de la comunidad científica y de los profesionales de la salud; y que a partir de ello se desarrollen las técnicas e instrumentos adecuados. Todo esto nos permitirá detectar más tempranamente los casos y dar un mejor pronóstico y calidad de vida a estas personas.