El amor propio y la autoestima son conceptos que a menudo aparecen en el discurso de las personas que nos rodean, incluso en nuestro propio discurso. Sin embargo, ¿tenemos claro qué es cada cosa? Si nos ponemos a definir estos conceptos nos encontraremos con varias líneas difusas que nos pueden llevar a concluir que son sinonimos. Sin embargo, aunque no sean términos opuestos, se refieren a dos partes diferentes de la visión que cada uno tenemos de nosotros mismos.
Cuando hablamos de autoestima nos referimos al valor que cada uno/a se da a uno/a mismo/a y a las partes que conforman su vida. Es la manera que tenemos de valorar si estamos conformes o no con nuestra forma de ser, esa palabreja a la que llamamos autoimagen y no solo se refiere a los rasgos físicos de una persona. También nos influye en cómo somos en diferentes áreas de nuestras vidas como la familiar, amistad, pareja, laboral, el ocio y la personal. Algo curioso de todo esto es que la autoestima no va unido al amor propio. Las personas manipuladoras y narcisistas pueden tener un autoestima alta y poco amor propio.
Entonces, ¿Qué es el amor propio? Pues es la relación que tenemos con nosotros/as mismos/as, trata de que aceptemos cómo somos de manera incondicional. Es lo que nos permite saber cuales son nuestras virtudes y defectos y a la vez ser dignos/as de recibir amor y ser felices. En definitiva, entender que somos válidos y merecedores de amor. Esta vez, tener amor propio significa que vamos a tener una buena autoestima. Pero… entonces, ¿Qué es importante para cultivar un buen amor propio? El amor propio es tan complejo que se compone de muchos aspectos y requiere tiempo y mimo cultivarlo.