Responsabilidad Afectiva

Las relaciones interpersonales son fundamentales a todos los niveles, determinando nuestros rasgos de personalidad, e influyendo en el desarrollo cognitivo, comportamental, social y emocional. Durante los primeros años de vida, se consolidan los primeros vínculos emocionales con el núcleo familiar, y de estos depende la forma en la que nuestras herramientas para formar nuevos vínculos en el futuro evolucionen de manera funcional. De la misma manera, esto sucede con la regulación emocional, la cual queda marcada también por estos primeros vínculos, pudiendo llegar a generar una mayor susceptibilidad ante los diferentes eventos que se presenten interfiriendo en nuestro autoconcepto y autoestima. 

 

Existe un término dentro de los vínculos que formamos que supone un gran peso en los mismos y que marca en gran medida su desarrollo de manera saludable: la responsabilidad afectiva.

 

Cuando hablamos de responsabilidad afectiva, nos referimos al establecimiento de una relación de manera igualitaria, en la que se tenga en cuenta el efecto de las acciones o respuestas propias sobre la otra parte en todo aquello en lo que pueda verse afectada, ya sea de manera positiva o negativa. Ser responsable en este aspecto implica en consecuencia un buen uso de la empatía, no para evitar los posibles conflictos sino para gestionarlos de manera adaptativa. Dentro de la responsabilidad afectiva tiene gran importancia la comunicación entre ambas partes, la necesidad de que se genere un espacio que permita expresar con honestidad lo que sentimos y lo que queremos, para evitar expectativas no ajustadas a la realidad. Cuando somos afectivamente responsables, somos capaces de expresar nuestros estados emocionales y nuestras necesidades sin dañar a los demás, cuidar al otro pero sin apartar el autocuidado.

 

Muchas veces confundimos este término con ocultar nuestros sentimientos, o no permitir a la otra parte que los exprese, generar unas expectativas que luego no vamos a ser capaces de cumplir por evitar hacer daño o no respetar los límites mutuos si no se ajustan a nosotros, y de la misma manera, no es tratar de que los demás adivinen nuestra necesidad o cómo algo nos hace sentir; es comunicación, comprensión y apoyo, haciendo uso de la asertividad. Esto nos permite equivocarnos, e incluso dañar a otros en determinados momentos, pero asumiendo nuestra responsabilidad y actuando en consecuencia.

 

Para poder desarrollar nuestra responsabilidad afectiva, podemos comenzar por hacer uso del diálogo y la comunicación asertiva, con la finalidad de establecer acuerdos, identificar nuestras necesidades y elaborarlas antes de verbalizarlas para asegurarnos de que el mensaje que deseamos transmitir sea el que llegue a la otra persona, hablando con respeto y sinceridad.

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