¿Por qué tenemos tanto miedo al coronavirus? La explicación de la psicología

Virus, Microscopio, Infección

En los tiempos que vivimos, hay un fenómeno que, teniendo un único vocablo semántico, paradójicamente tiene un doble significado no muy lejos el uno del otro: la “viralidad”. Mientras en el plano biológico supondría cómo de rápido se propaga un virus, así como todas sus características, en el plano psicológico y sociológico significaría igualmente cómo determinada información (que a veces provoca consecuencias igual de catastróficas que el virus biológico) se propaga y afecta a una población. El ejemplo más claro y reciente lo tenemos en el ya manido “coronavirus” (COVID-19 por su terminología científica).

Virus, Infección, Celular, Bacteria

En una era en la que clara y notablemente la sobreinformación genera una desinformación notable, se hace mucho más importante saber cómo cribar y filtrar la información que nos llega que el hecho de tener determinada información. Así, en los colegios poco a poco las metodologías educativas van cambiando de aquellas más antiguas donde el oyente es un sujeto pasivo que recibe información, a unas más innovadoras donde se instruye al alumno en el manejo de la búsqueda de información. Y es que hoy en día quien sabe buscar (y transmitir) la información tiene una enorme ventaja respecto a personas que no manejan cómo filtran (y comunican). Un ejemplo claro lo podemos encontrar en las redes sociales.

Twitter, Facebook, Juntos

Sin embargo, estos dos fenómenos, los de viralidad y el cambio en la forma de aprender y recibir información suponen por si mismas un cambio de doble filo: pueden beneficiar en la misma medida que generan hándicaps notables. Y dentro de estas desventajas nos encontramos con el fenómeno psicológico del “contagio del miedo” que vemos estos días con el Coronavirus. Y es que los medios de comunicación ya no son meros transmisores de información contrastada y de servicio público que eran antaño, quizás influidos por la necesidad de supervivencia y de atraer audiencia en una competencia de medios voraz. Dentro de esta comprensible adaptación al medio de los directivos de los mass media, nos encontramos una población a veces enloquecida por las informaciones a menudo contradictorias que se difunden. Pero, sobre todo, por el hecho de que no reciben la información más fiable y de calidad, sino la que cumple con determinados patrones de transmisibilidad, con notable reseña de las informaciones más amarillistas y morbosas. La cultura social en la que vivimos, por supuesto, también juega un papel de suma importancia.

Niebla, Paisaje, Actuales

Pongamos un ejemplo, dos frases: “tenemos una persona entre nosotros que es atípica por su manera de pensar” y “tenemos una persona que tiene ciertos pensamientos no ajustados por los cuales cree que los que están alrededor son enemigos”. Con casi total certeza, la primera oración no durará mucho tiempo en nuestras mentes, no dejará mucha huella y enseguida la olvidaremos. Sin embargo, la segunda nos marcará irremediablemente, y nos hará desplegar algunos mecanismos de defensa de forma automática. A menudo, dará incluso igual que queramos racionalizar nuestras reacciones diciéndonos que es una persona con un problema, que es una mera desviación del pensamiento, que todos tenemos derecho a tener una debilidad o cualquier intento de “ajustar” nuestra reacción a algo coherente. Influye también, cómo no, nuestra prevista participación dentro de ese evento. De sobra es sabido que tiene diferente influencia gritar un “¡socorro!” que un “¡fuego!”, todo pese a que lo vociferemos en iguales condiciones. Por eso, en un entorno de agobiante sobreinformación, nuestra mente tenderá a priorizar aquella información que puede ponerla en peligro, dedicando más recursos a ese evento e incluso descuidando el resto de fenómenos que suceden alrededor; “mera” supervivencia. Esto genera un efecto llamado sesgo: llegamos a obviar el resto de información y nos genera una forma y contenido en nuestra percepción que no es real, está totalmente distorsionada.

Signo De Interrogación, Pila, Preguntas

Lo peor es que los medios de comunicación saben perfectamente que juegan con estos fenómenos: captan nuestra atención a base de mensajes sensacionalistas, bombas informativas que atacan a nuestra línea de flotación vital. Si nos paramos un instante a pensarlo, rara vez nos cuentan cosas positivas, pero sin embargo no pierden ripio en contarnos todo lo malo que pasa, incluso con todo lujo de detalles, algunos de los cuales adornan de manera innecesaria (y a veces incluso nociva en muchos sentidos) el hecho en sí.

Las redes sociales han ayudado, impulsado y acompañado esta tendencia, de manera que cuando algo negativo sucede, se disparan los post, trending topics e influencers que hablan sobre el mismo, y cuanto más sensacionalista sea su estilo, más repercursión tiene. En definitiva, han seguido esta tendencia, aunque si bien con sucesos externos, ya que cuando nos competen y nuestra reputación está en juego, entonces la tendencia es justamente la contrario: sentimos la necesidad de edulcorar y pintar de rosa lo que nos pasa. Sin embargo, hay ciertas diferencias entre medios de comunicación y redes sociales: la primera, la profesionalidad; la segunda, la presuposición de fiabilidad, o lo que es lo mismo, que siempre damos por supuesto que la información de los medios es veraz, a diferencia de la que se vierte sobre las redes sociales; la tercera, la colectividad, donde mientras los medios de comunicación suelen representar a grupos de personas profesionales, las redes sociales suelen estar hechas de perfiles unipersonales. Y ya sabemos desde hace mucho tiempo que no tienen el mismo impacto una persona contando mil mentiras, que mil personas contando una mentira. Pero en estos procesos, no debemos olvidar como hemos dicho anteriormente, la forma de transmitir esa mentira. Prueba de ello son las recién acuñadas “fake news” de los medios digitales (noticias falsas que tienen el objetivo de desinformar), o lo que en el ámbito análogico tendemos a llamar “bulos informativos”. Si bien la influencia (y la magnificación) de ambos medios (digital y analógico) tienen un impacto diferencial.

Medios De Comunicación Social, Social

Y es que la viralidad digital (la biológica también, pero esa es otra cuestión que en poco o en nada compete a la psicología) es voraz a la par que efervescente. Y aquí se enmarca la histeria del Coronavirus: en el ámbito de las fake news. Se han vertido multitud de opiniones poco contrastadas e información poco rigurosa que han contribuido a que se viralice la histeria, y no la coherencia, dentro de esa tendencia a la supervivencia que se ha referido antes. Si bien cabe reseñar que cada vez son más numerosas las iniciativas que surgen como contraprogramación de estos fenómenos, intentando desmentir datos falsos y sensacionalistas, contextualizarla y dotar de información e interpretación veraz de los hechos y de la información. Sin embargo, en este caso, se ha viralizado más la parte negativa por razones obvias: el brote es un riesgo real, con consecuencias y potencial nefasto y resulta de un virus totalmente desconocido incluso para los más expertos en el área. Por ello, la incertidumbre resulta un elemento que los seres humanos estamos poco entrenados para afrontar. Además, ha sobrevenido, de improviso, sin opción de habernos expuesto progresivamente o de forma voluntaria, por lo que se nos escapa absolutamente de nuestro control. Por último, una persona de a pie, con pocos o ningún conocimiento en la materia, poco podrá entender de todas las características fenomenológicas que necesita para entender la potencial amenaza y riesgo que le supone, máxime en un virus cuya fenomenología resulta altamente compleja. Esto no supone aceptar el riesgo “simple” que supone dar un paso en falso por una cuerda suspendida a 200 metros de altura, ni mucho menos. Y la histeria de las autoridades sanitarias, en poco ha contribuido a esta comprensión y tranquilidad de la población general. Y es que precisamente esto resulta un fenómeno altamente nocivo: mientras se transmiten mensajes de tranquilidad y contención, se toman medidas graves y sin precedentes que afectan a una amplia porción de la población. Así, las personas sólo entienden que deben poner en marcha todos los mecanismos de defensa que puedan, porque su función vital (su vida) está en peligro o, cuanto menos, en duda. No resulta, por ello, raro ver que haya quien prohíba la entrada de personas chinas a su tienda cuando hay países que lo hacen, o que miren con recelo a quien estornuda, como si eso fuera un fenómeno altamente atípico del ser humano.

Confianza, Desconfianza, Calle Signo

En conclusión, por mucha calma que se nos pida, cuando se unen varios ingredientes que conforman un cóctel letal, el riesgo de nocividad sube irremediablemente. Y es que siempre tendemos a ponernos por encima (somos la sociedad del “por si acaso”) de las previsiones de riesgo, por lo que si las autoridades decretan o informan de un riesgo alto, tenderemos a ponernos en una perspectiva aún más alta. Todo ello, también, con la venia de nuestros sesgos de confirmación y profecía autocumplida, que dan sin duda para otro post…

Tribalismo, Antagonismo, Oposición, Parcialidad

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