Cada migración posee características específicas, pero en los últimos años los estresores que perciben y afectan a esta población ha hecho pensar y describir el Síndrome de Ulises. La humanidad ha sido nómada en la mayor parte de su historia, pero no ha habido dos migraciones iguales, de hecho, hace unos años el estrés predominante era más de tipo físico, ambiental y climático, estresores que hoy en día no se tienen por qué excluir, pero ahora supone la existencia de mayores barreras sociales. Así, en sí mismo emigrar no tiene por qué ser un sinónimo de trauma, ya que a lo largo del nuestro proceso evolutivo hemos emigrado exitosamente y llevamos en los genes la capacidad de adaptación como una ventaja evolutiva; sin embargo, hoy en día conlleva muchos riesgos, y en muchas ocasiones se hallan ligados a la salud mental en relación al duelo migratorio, que puede pasar factura si la persona no lo hace en buenas condiciones o si el medio de acogida es hostil y dificulta el hecho de salir adelante.
Así, el estrés y el duelo migratorio poseen características concretas que les diferencia de otros tipos de duelos, por ejemplo:
- Se trata de un duelo parcial, ya que el objeto, en este caso, el lugar de origen y todo lo que representa no desaparece, existiendo incluso la posibilidad de regresar algún día. No por ser un duelo parcial, esto significa que sea un duelo menos importante o intenso que otros tipos de duelos.
- Es un duelo recurrente, ya que el hecho de ir y venir a nivel emocional da lugar a que el proceso de elaboración funcione de forma intermitente. En este caso, podemos encontrarnos que si tiene lugar la situación de viajar de nuevo a ese país, alguna llamada de teléfono o la información referente a este lugar reaviven los vínculos establecidos previamente.
- Se trata de un duelo vinculado a aspectos infantiles muy arraigados, por la sensibilidad que supone esta etapa del desarrollo vital y la importancia para el desarrollo de los primeros vínculos afectivos y de la identidad propia y personalidad.
- Es un duelo múltiple, ya que supone muchos cambios en todo lo que concierne a la persona: la familia y seres queridos, la lengua, la cultura, la tierra, el estatus social, el contacto con el grupo de pertenencia y la presencia de riesgos para la integridad de la persona.
- Puede dar lugar a cambios en la identidad y personalidad.
- Puede dar lugar a una regresión por el hecho de tener que asumir tantos cambios, generando conductas de dependencia o quejas.
- Tiene una serie de fases de adaptación al estrés que supone, según Selye (1956), una serie de etapas que conforman desde la alarma en primera instancia, hacia la resistencia, y, finalmente, el agotamiento, muy ligado en determinadas situaciones a la enfermedad.
- Puede suponer la puesta en marcha de mecanismos de defensa y distorsiones cognitivas propios de la elaboración del duelo, que, aunque no son negativos, pueden distorsionar radicalmente la visión de la realidad llegando a impedir la adaptación adecuada al nuevo contexto.
- Puede acompañarse de sentimientos de ambivalencia con respecto a su lugar de origen y al nuevo lugar de acogida.
- El duelo migratorio es transgeneracional, continuando en los hijos, y pudiendo incluso impactar en las siguientes generaciones si no se acoge de forma adecuada a las personas que llegan al país.
Achotegui, J. (2012). Emigrar hoy en situaciones extremas. El síndrome de Ulises. Revista de Psicologia, Ciènces de l´Educació i de l´Esport, 30(2), 79-86.