A lo largo del tiempo, el término envejecimiento ha ido variando distinguiéndose tres conceptos que giran entorno al envejecimiento. En primer lugar, se encuentra el envejecimiento normal que implica un proceso de cambios a nivel biológico (pérdida de masa muscular) y a nivel psicológico que pueden involucrar cierto declive funcional (disminución de fuerza física) y que son, en gran medida, inevitables. Así, no implica la presencia de ninguna enfermedad. Dicho esto, cuando hablamos de un envejecimiento que conlleva enfermedad, hablaríamos de envejecimiento patológico.
Sin embargo, Rowe y Kahn criticaron el concepto de «envejecimiento normal» porque, al centrarse en las tendencias «promedio», no hacía justicia a la heterogeneidad existente entre las personas mayores que entraban dentro de la categoría de envejecimiento positivo, saludable o con éxito: proceso de envejecimiento caracterizado por:
– Ausencia o baja probabilidad de enfermedad y discapacidad asociada a la enfermedad.
– Alta capacidad funcional física y cognitiva.
– Implicación activa con la vida.
Esta definición fue criticada por ser excesivamente exigente.Es por ello que surgió una forma más positiva y menos reduccionista de entender el envejecimiento con éxito. Fernández-Ballesteros considera que el envejecimiento activo o con éxito es un proceso que abarca toda la vida del individuo y que la persona conseguirá envejecer con éxito en la medida que, tanto el propio individuo como la sociedad, traten de optimizar su funcionamiento biopsicosocial. El envejecimiento con éxito es el producto del proceso de la adaptación que ocurre a lo largo de la vida, a través del cual el individuo logra un óptimo funcionamiento físico, cognitivo, emocional-motivacional y social.
Dentro de esta definición encontramos diversos dominios comportamentales y psicológicos entre los que se encuentran: salud conductual y ajuste físico alta particiapción y compromiso social, óptimo funcionamiento cognitivo y autorregulación emocional-motivacional.
El envejecimiento activo no es exclusivo de la última etapa de la vida. La persona y sus comportamientos influyen en la aceleración o ralentización de la aparición de los déficits asociados a la edad así como también, influye el entorno.
Referencias bibliográficas
Fernández-Ballesteros, R. (2009). Envejecimiento activo. Contribuciones de la psicología. Madrid: Pirámide.
Montorio, I. e Izal, M. (1999). Cambios asociados al proceso de envejecimiento. Gerontología Conductual. Bases para la intervención y ámbitos de aplicación, 5, 33-66. https://dialnet.unirioja.es/servlet/libro?codigo=438008