No cualquier psicólogo ni terapeuta lleva a cabo una buena terapia, da igual si esta es psicoterapéutica, neuropsicológica o del tipo que sea. Y es que, además de una buena cualificación profesional (más allá del grado universitario), hace falta también unas cualidades personales, así como cierto trabajo personal con el que seguir formándose, saber qué técnicas usar y cuáles no, etc.
Pero, ¿cómo detectar a quien no sabe hacer psicoterapia? Aunque a priori esto pueda parecer complicado para un paciente, hay algunas claves que pueden ayudarnos a detectar a quien practica el intrusismo profesional.
Habilidades personales
El psicoterapeuta (usamos indistintamente psicólogo y psicoterapeuta, aunque algunas entidades llaman a sus profesionales terapeutas con el objetivo de confundir a los pacientes y hacer ver que son psicólogos, cuando muchos no lo son) es un profesional observador y oyente, sobre todo. Es imprescindible que entienda y asimile cómo se comporta el paciente, sus valores, cómo es… cosa que el paciente manifiesta no sólo en los hechos que relata, sino también en cómo lo cuenta: el tono de voz, las palabras que usa, los gestos y las miradas, etc. Por ello, en muchas ocasiones, el psicoterapeuta se mantiene callado, más tiempo incluso del que se pasa hablando, porque el protagonista principal es el paciente, y es él quien (mediante las herramientas que le pueda ir dando el profesional) quien realizará los cambios.
Por ello, a menudo el motivo por el que el paciente viene a consulta es sólo la punta del iceberg, un punto desde el que partir, pero subyace toda una historia vital, un intento por recobrar la homeostasis y volver a sentirse bien o que su vida tiene sentido, sentir que tiene una utilidad vital o que cumple adecuadamente con su ámbito profesional.
La relación paciente-psicoterapeuta determinará cómo se den los cambios y la efectividad de la terapia o no. Porque será ésta la que posibilite al paciente expresarse, donde se pondrán “a prueba” sus creencias y voluntad de cambio, expectativas, y la manera individual e íntima de sentir y vivir todo lo que acontece en su vida. Al fin y al cabo,
Independientemente de la perspectiva que un psicólogo tenga (hay diferentes corrientes dentro de la psicología), cada paciente es único y necesita de unas técnicas determinadas. Por eso, es tarea del profesional poner estas técnicas (coincidan con su perspectiva o no) al servicio del paciente, y no al contrario. A menudo, tal y como sucede en otros ámbitos como la medicina, existen diferentes técnicas para intentar trabajar un problema o una consulta determinada, por lo que el psicólogo informará de las diferentes técnicas disponibles, así como de su efectividad, y será el paciente (con ayuda del profesional, si lo necesita) quien finalmente decida qué se aplica. Por ello, las primeras consultas han de ir encaminadas a clarificar el motivo de consulta, entender toda la problemática y devolver (desde el profesional) el análisis del mismo al paciente.
Todo esto, no quiere decir que el psicoterapeuta no sea creativo o se le asigne un papel pasivo, ni mucho menos: debe ser lo suficientemente flexible como para integrar, crear e inventar con el paciente su propia forma de cambiar. Y es que todos pasamos por experiencias más o menos similares, pero no todos las vivimos igual ni tenemos los mismos recursos y fortalezas. Influyen en ello experiencias, creencias, formas de percibir la realidad, etc. Por ello, el profesional es el mayor experto en hacer sentir cómodo y comprendido al paciente, entendiendo que no está solo, pero que a su vez otros ya han vivido experiencias similares, con lo que salir de ese bache es cuestión de trabajar en equipo porque suceda.
Pero, ¿funcionan todas las técnicas? Rotundamente, NO. Entonces, ¿cómo ayudar a discernir cuándo nos están colando, bien por intereses económicos o personales, algo que no funciona? A continuación, algunas claves.
Las pseudoterapias
En el terreno de la psicología y de las terapias, no es oro todo lo que reluce. Tampoco ayuda nada no tener una ley clara por la cual se regule el ejercicio terapeútico, de forma que hoy día la terapia la realizan desde chamanes hasta personas sin ningún tipo de formación que, bajo la denominación de “terapeuta”, “coach”, “sanador” y muchas otras, llevan a cabo procedimientos no sólo ineficaces, sino en muchos casos peligrosos. Por ello, social y gubernamentalmente, ya se han puesto en marcha numerosas medidas con el fin de educar a la población a que entienda qué es ciencia (y por tanto, es de confianza) y qué es un “sacadineros” (llamado “pseudoterapia”).
Aquí puedes encontrar un listado de algunas pseudoterapias, e incluso en redes sociales puedes encontrar a numerosos profesionales que denuncian públicamente las técnicas que no tienen evidencia científica alguna con el hashtag #CoNPrueba, que a su vez es una web donde se centralizar todo el movimiento con el fin de erradicar las pseudociencias y ofrecer terapias de calidad y de garantías.
Sea como fuere, si encuentras una terapia que dice arreglarlo todo de manera mágica, o incluso ser la mejor para diversos problemas, especialmente si entre ellos se encuentran trastornos muy sonados por ser preocupantes para la sociedad (Dislexia, TDAH, autismo, etc.), ¡sal corriendo! Así, la acupuntura, arteterapia, aromaterapia, tai-chi, flores de Bach, neurolingüística, feng-shui, reflexología, etc. pueden ser técnicas interesantes y en las que indagar más allá, e incluso nos pueden servir para descubrirnos a nosotros mismos, pero NO SON TERAPIAS porque no han demostrado eficacia alguna.
Si tienes dudas de si la técnica que están aplicando contigo es ciencia o pseudociencia, pide a tu profesional que te facilite evidencia científica en torno a ella. En esta, se debe hablar específicamente sobre la técnica (no sobre el funcionamiento de cosas similares; por ejemplo, si quiero saber si la musicoterapia es efectiva para mi problema, no vale con que el profesional me pase artículos de cómo la música mejora mi vida, ni siquiera de cómo un músico cambió la suya…) y arrojar resultados claros y significativos de la misma. Generalmente, las técnicas con una buena validez, tienen mucho cuerpo científico: en varias revistas, lo practican muchos profesionales e incluso, en algunos casos, requieren de una especialización que se obtiene mediante una acreditación expedida por un ente público como el propio gobierno o entidades de utilidad pública (colegios profesionales, por ejemplo).
“Zapatero a tus zapatos”
Así, no todos los profesionales están formados para una misma técnica o un mismo ámbito, ni mucho menos.
Sin embargo, existen registros sanitarios donde consultar si las prácticas que cierto profesional o centro hacen son las reguladas. Así, los profesionales de la salud han de estar registrados en Sanidad, por lo que puedes llamar a tu Consejería y preguntar si el profesional que te atiende es realmente un profesional de la salud y, con ello, el mejor para la psicoterapia. Y es que no todos los psicólogos pueden hacer psicoterapia, ya que deben estar acreditados por sanidad según su formación (específica en salud mental) y su experiencia clínica. Si no lo está y está “jugando” con tu salud mental, podrías denunciarlo, bien ante el Colegio Oficial de Psicólogos de tu provincia o comunidad, o incluso ante los juzgados. No obstante, antes de ponerte en manos de un especialista, investiga, tal y como lo harías con un médico en una intervención importante: es tu derecho y tu deber.
Por último, cada médico y cada profesional es especialista en una porción de salud. Así, el especialista en conducta es el psicólogo, existiendo dentro de esta diferentes especialidades: el psicólogo experto en mente y cerebro es el Neuropsicólogo.
Conclusiones
En conclusión, antes de iniciar cualquier terapia, infórmate de si es efectiva. Para ello puedes consultar en tu consejería de salud (también el listado de profesionales de la salud), a tu médico de cabecera o pediatra, o incluso a otro especialista en una materia similar. Además, recuerda que el dinero tampoco lo explica todo, de forma que la terapia más barata, en cuanto a salud, a menudo implica una relación con un daño a la propia integridad mental. Al igual que no nos pondremos en manos de cualquier cirujano o médico cardiovascular, tampoco deberíamos hacerlo con nuestra salud mental…