Dicen que la Salud Mental está de moda. Algo que es de todo, que tenemos que cuidar todos y que nos pertenece a todos, que se da 24 horas al día… no puede estar de moda. O, dicho de otra forma, debe estarlo. Nos interpela a todos. Lo que sí se ha puesto de moda es usarla públicamente, de forma política o popular. O lo que es lo mismo, está de moda socializarla para ganar favores sociales. Esto puede resultar (y de hecho resulta) muy perverso. La vida y la salud de las personas, que antaño eran una línea roja, ahora también puede ser moneda de cambio, una «mercancía de favores». Sin embargo, todo lo que va por debajo, se pierde. Porque la mejora de la Salud Mental depende de hechos, y no de palabras, tampoco de intenciones. Aún queda mucho por mejorar, y a menudo la sensación es de que nuestra salud se deteriora de manera más rápida de lo que avanzan la técnica, la política, la sociedad… en pos de ayudarnos a mejorarla. Porque la vida va mucho más rápido, los cambios sociales son precipitados y de calado, pero nuestra psique no puede adaptarse tan rápido.
Queda mucho por hacer. Siempre tenemos en mente nuestro mundo occidental, pero si focalizáramos más en países menos desarrollados, estas necesidades son aún más acuciantes. Y del desarrollo de la Salud Mental en estos países depende, también, la mejora de la nuestra. Porque vivimos en un mundo completamente conectado y globalizado, donde la situación de cada país revierte en el vaso comunicante con otros países. Sea como fuere, existen varias medidas en salud mental que aún están pendientes de implementación y mejora en muchas partes del mundo. Algunas de ellas son:
- Acceso a servicios: Aumentar la disponibilidad de servicios de salud mental, especialmente en áreas rurales y más desfavorecidas, de forma que estas tienen una influencia directa y determinante en otras áreas.
- Financiación adecuada: Mejorar la financiación pública y privada para la salud mental, asegurando que se destinen recursos suficientes para programas y tratamientos. Además, existen o están en marcha el desarrollo de planes específicos dentro de las necesidades de Salud Mental. Pero muchos de ellos nacen sin dotación presupuestaria, o lo que es lo mismo, muertos, lo que nos viene a indicar que, realmente, el interés no es real, sino político en que estos planes sean visibles, pero no tanto en que redunde en mejorar el estado actual.
- Formación de profesionales: Formar a más profesionales de la salud en general en el manejo de problemas de salud mental, incluyendo psicólogos, psiquiatras y médicos de atención primaria. Además, se ha de mejorar las dotaciones de nuestros centros de salud mental, de manera que en España estamos muy infradotados. Por ejemplo, en el número de psicólogos, tenemos 6 psicólogos por cada 100000 habitantes, cuando lo recomendado es tener en torno a 16 (y la media europea, precisamente, se acerca a este ideal, a diferencia de nuestro país). Se estima que hay aproximadamente 60,000 psicólogos en España. Sin embargo, la mayoría trabaja en el ámbito privado, lo que puede limitar el acceso a servicios públicos.
- Prevención y educación: Desarrollar programas de prevención que se enfoquen en la educación sobre salud mental desde una edad temprana y que combatan el estigma. No existe un plan de estudios que comprenda estas necesidades tan básicas y dote de competencias a los futuros adultos. Hay muchos datos que evidencian esta carencia. Se estima que alrededor del 20% de los adolescentes en España presenta algún trastorno mental, como ansiedad, depresión o trastornos de conducta. La depresión es uno de los problemas más comunes, con tasas que han aumentado en los últimos años. Se estima que alrededor del 7% de los adolescentes la sufren. Los trastornos de ansiedad también son frecuentes, afectando a aproximadamente el 10% de los adolescentes. Se ha observado un aumento en los comportamientos de autolesión, con un porcentaje significativo de adolescentes que reporta haber intentado autolesionarse.
- Intervenciones en crisis: Implementar y mejorar servicios de intervención en crisis, como líneas de ayuda y centros de atención, para apoyar a las personas en situaciones críticas. Servicios que han de ser dotados con profesionales y no voluntarios, como ha sucedido en los últimos años con servicios muy importantes, como la atención psicológica a través de teléfono que se desplegó durante el confinamiento por COVID-19.
- Atención integral: Fomentar un enfoque integrado que considere la salud mental como parte de la salud general, promoviendo la colaboración entre los diferentes servicios de salud, además de también áreas y agentes de intervención sociales.
- Apoyo a poblaciones vulnerables: Asegurar que se preste especial atención a grupos vulnerables, como jóvenes, ancianos, y personas LGBTQ+, quienes pueden enfrentar desafíos únicos.
- Investigación y datos: Invertir en investigación para comprender mejor los problemas de salud mental y sus tratamientos, y mejorar la recopilación de datos para informar políticas. Hoy en día, en nuestro país, la investigación recae mayoritariamente sobre entidades privadas.
- Políticas inclusivas: Desarrollar políticas que promuevan la inclusión social y laboral de personas con trastornos mentales, combatiendo la discriminación. Se ha de promover una inclusión real y activa, a diferencia de medidas de segregación y de señalamiento basado en el capacitismo que rige hoy en día.
- Tecnología y telemedicina: Ampliar el uso de la telemedicina y otras tecnologías para facilitar el acceso a la atención, especialmente en contextos de pandemia o aislamiento. Cuando se ha de escalar la intervención, se ha de buscar, a su vez, una racionalización de los recursos.
Como se puede observar, queda todo por hacer en Salud Mental. Los vigentes planes dirigidos a mejorarla son, a menudo, fuego de artificio. La sociedad, nuestros futuros adultos que son los niños y adolescentes, lo necesitan. Ya es urgente… ayer lo era…