Los cuidadores de personas dependientes tienen un alto riesgo de sufrir lo que se denomina El Síndrome del Cuidador Quemado. Este síndrome se da cuando la situación de estrés se cronifica y se percibe falta de recursos para compatibilizar el cuidado con el resto de aspectos de la vida: familiar, social, económica, trabajo…
Siguiendo a Sarros y Friesen (1987) hay tres síntomas que caracterizan el síndrome de Burnout: agotamiento emocional, la despersonalización y la reducción de realización personal.
- Reducción de realización personal: Percepción de que se ha renunciado a muchos aspectos personales como planes con los amigos, con los hijos, familia, laborales etc.
Cuando las ideas entran en conflicto entre sí o con las emociones, aparece lo que en psicología denominamos Disonancia cognitiva. Una disarmonía interna, un desequilibrio que genera un malestar intenso.
Una de las emociones que más aparece en esta situación es la Culpa. La culpa es una emoción autoconsciente que surge de una autoevaluación negativa del yo, en base a unas “normas morales culturales” aprendidas, de ciertas creencias y valores que nos han inculcado en nuestra cultura y que sirven para funcionar en sociedad. “Tengo la obligación de cuidar y no me produce satisfacción porque me está privando de otras cosas que me son necesarias para ser feliz”. Nos podemos sentir culpables por sentir emociones negativas hacia una persona que queremos con la que tenemos un vínculo afectivo positivo y de gran valencia.
Ese malestar psicológico puede generar el desarrollo de síntomas de ansiedad y depresión. Y puede somatizarse en forma de sintomatología física como son las alteraciones cardiovasculares, hipertensión, enfermedad coronaria, cefaleas y migraña, alteraciones gastrointestinales, colon irritable, dolores musculares, alteraciones respiratorias, alteraciones de sueño, alteraciones menstruales entre otros síntomas de estrés crónicos como cefalea tensional, dolor de cabeza predominantemente en el cuello o en forma de banda tipo sombrero, agotamiento, fatiga, insomnio y trastornos gastrointestinales, síntomas que habitualmente no tienen una causa orgánica explicable (Reporte Anual de la Enfermedad de Alzheimer, 2011; (Rivera, 2013).
IDENTIFICANDO LA TENSIÓN…
Ansiedad: preocupación excesiva por el futuro. Miedo, amenaza…
Depresión: sentirse sin esperanzas o impotente frente a la situación que se vive.
Irritabilidad: “estallar” por cosas pequeñas.
Enfado: sentir y reaccionar con enfado en momentos inoportunos.
Falta de concentración: tener dificultad para focalizar y mantener la atención…Olvidos, despistes…
Aislamiento: sentirse alienado de otras personas y de las actividades de las que se disfrutaba.
Problemas de sueño: tener dificultad para dormir o dormir demasiado.
Agotamiento: sensación de cansancio crónico.
Enfermedad: sufrir problemas de salud. Gástricos, cefaleas, musculares, cutáneos…
Dentro de la complejidad del síndrome y la situación particular de cada persona, convendría desplegar dos tipos de estrategias y habilidades. Por un lado las estrategias dirigidas al afrontamiento del problema y por otro habilidades de manejo emocional.
Afrontamiento del problema
- Uso de agendas/calendarios/listados
Apuntarlo todo y descargar la mente. Descargar la mayor información posible: Lo único a recordar: mirar la agenda y seguir el plan establecido.
Llevar una libreta encima: Al llegar a casa pasar esa información a la agenda.
Uso de alarmas y recordatorios.
- Orden y rutinas
Uso de etiquetas , lugares específicos para cada material, archivadores…
Mantener rutinas.
- Dedicar tiempo a la planificación
Momento en el que nos encontremos lúcidos y descansados.
Unos minutos al día para revisar (misma hora, lugar).
- Atención
Hacer una sola tarea a la vez: Máxima atención en lo que hago, disminuyen los errores y aumenta la sensación de autoeficacia.
Empezar y acabar la tarea. Interrumpir la tarea sólo si la tarea que interrumpe es sencilla y breve, de forma que enseguida se pueda retomar lo que se estaba desempeñando.
- Aprender acerca de la enfermedad
Conocer la enfermedad ejerce un control sobre las expectativas irreales que puedan derivarse precisamente de la falta de información real. La información da seguridad.
- Conocer recursos y ayudas
Conocer el abanico de recursos que existen para ayudarnos a cuidar de nuestro familiar respetando la singularidad y preferencias de cada persona y cada familia.
Bienestar emocional
- Actividades de relajación y meditación
Con técnicas de relajación específicas como la imaginación guiada, la relajación muscular progresiva de Jacobson, la respiración profunda…. Entre diez y veinte minutos al día.
De manera informal acompañándolo con ejercicio físico ligero: andar una hora al día, yoga….
- Conocer y establecer límites
Aceptar que los límites son individuales.
Reconocer y cuidar las propias necesidades y deseos. No temer el juicio de terceros y exponer nuestra situación con claridad y asertividad.
Aprender a decir NO y hacer uso de la comunicación asertiva para exponer y preservar los propios derechos y deseos.
En general la parte más costosa de cambiar es esta última, ya que las personas tenemos creencias muy arraigadas que ante una situación elicitan pensamientos automáticos, muy difíciles de identificar para la persona, que nos hacen sentir y actuar de determinada manera. Se ha visto que las creencias o pensamientos disfuncionales influyen de forma negativa en las conductas de afrontamiento y las emociones de los cuidadores (Losada, Knight y Márquez, 2003). Por ejemplo, “Debo abandonar temporalmente mis intereses y necesidades y dedicarme a mi familiar”se asocia a una baja implicación en actividades de ocio gratificantes o “El cuidado de un familiar debe ser llevado exclusivamente por la familia” se asocia a baja implicación en conductas de búsqueda de ayuda, las cuales son estrategias muy eficaces en el afrontamiento del cuidado.
En este sentido la psicoterapia y los grupos de autoayuda juegan un papel fundamental hacia el cambio en un afrontamiento más saludable y sostenible en el tiempo.