Sentir demasiado

 

¿Alguna vez has creído que sientes demasiado intensamente o te han dicho que eres muy intenso/a? Creo que a mínimo una de las dos preguntas has contestado afirmativamente. Y no pasa absolutamente nada. 

Vivimos en una cultura que por lo general, ve las emociones intensas como algo negativo, algo que hay que controlar o evitar. Pero, eso no debería ser así, las emociones intensas son parte fundamental de nuestro sistema de aprendizaje y de adaptación. 

De hecho, podríamos decir que las emociones no son enemigas, sino que son mensajeras. Esto es, las emociones no son algo a evitar, sino que son señales diseñadas para ayudarnos a adaptarnos y a sobrevivir. 

Por ejemplo, sentirnos tristes puede indicar que hemos sufrido una pérdida o que tenemos la necesidad de sentirnos apoyados. La ira puede surgir cuando sentimos que alguien ha cruzado un límite importante para nosotros. El miedo activa nuestros recursos ante una amenaza real o imaginaria. Por otro lado, la alegría nos motiva a repetir experiencias que son buenas para nosotros.

 

Estas reacciones emocionales no ocurren al azar. Surgen porque nuestro cerebro ha detectado algo relevante para nuestra supervivencia o para nuestro bienestar.

 

¿Y por qué a veces nuestras emociones se sienten muy intensas? Existen varias razones, pero las más comunes son:

  • El momento vital en el que nos encontramos. Con esto me refiero a que a veces estamos más sensibles o más sobrecargados, y eso, creamos o no, influye en cómo nos sentimos.
  • El valor que damos a ciertas experiencias. Si ocurre algo que influye en un área muy importante para ti, es normal que tu emoción sea proporcional a cómo lo sientas de importante para ti.
  • Nuestro contexto personal. Lo que vivimos en nuestra infancia, nuestras heridas emocionales, relaciones pasadas, etc., pueden hacer que ciertas emociones se activen con mayor intensidad. 

Con esto no quiero decir que estés exagerando, sino que tu sistema emocional está tratando de protegerte, enviarte un mensaje de alerta o te está ayudando a adaptarte.

Una vez entendido para qué sirven las emociones, viene la siguiente pregunta: ¿Qué hacemos con ellas? 

La idea no es reprimirlas, pero tampoco es dejarnos arrastrar por ellas. Estas emociones intensas tenemos que escucharlas y atenderlas, pero sin juicios. Un primer paso podría ser  ponerles nombre, ya que esto puede reducir su intensidad y poder pensar de manera más clara. Luego, debemos preguntarnos: ¿qué está tratando de decirme esta emoción? Cuando tengamos una respuesta, podemos permitirnos sentir sin actuar de inmediato. Muchas veces la emoción está señalando una necesidad no cubierta, una herida abierta o un límite que debemos reforzar. 

Ahora que tenemos la receta, podemos ver que las emociones son como una brújula, nos señalan lo importante, lo que necesitamos cambiar, lo que nos hacen bien, lo que nos hacen sentir miedo, lo que duele,… En lugar de juzgarnos por sentir “demasiado”, podríamos preguntarnos a ver qué podemos aprender de lo que sentimos. A veces, lo que más incomoda es justamente lo que más necesitamos mirar con amabilidad y comprensión.

Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.