Es más que habitual que la palabra “ayuda” surja en nuestra interacción diaria con nuestras amistades, compañeros de trabajo así como desde los medios de comunicación los líderes mundiales y personas relevantes hace un uso habitual de la misma. “Déjame que te eche una mano” o “Para cualquier cosa que necesites no dudes en pedírmelo” son expresiones que repetimos una y otra vez sin reparar a menudo en su significado e implicación tanto en nuestro día a día así como en el de las personas que nos rodean. Desde la psicología social, rama de la psicología basada en el estudio científico de la persona y la sociedad, se hace referencia al concepto de ayuda mediante el denominado Comportamiento Prosocial. Este concepto engloba aquellas acciones y comportamientos por las que las personas tendemos a beneficiar a los demás (Hogg et al., 2010).
Este término ha ido evolucionando desde principios de los años 70, cuando fueron desarrollados los primeros manuales de psicología social. Destaca cómo de forma unánime, los investigadores en el campo de la psicología social señalan el origen de estudio del comportamiento prosocial el 13 de marzo de 1964, fecha en que tuvo lugar el Asesinato de la joven Kitty Genovese. La investigación policial y especialmente el artículo del New York Times que lleva por título “37 Who Saw Murder Didn’t Call the Police; Apathy at Stabbing of Queens Woman Shocks Inspector” (Los 37 que vieron el asesinato no llamaron a la policía; la apatía por el apuñalamiento de la mujer de Queens sorprende al inspector) despertaron el interés de los investigadores a la hora de estudiar cuando las personas ayudan y cuando no. Si bien es cierto que investigaciones realizadas en los años posteriores, como las llevadas a cabo por Manning Levine y Collins en el año 2007 , esclarecen como existe una falta de concordancia entre el informe policial y la versión en prensa escrita presentada por el periódico neoyorkino, este suceso junto con el titular tendencioso difundido por la prensa, fueron los motores principales del estudio de lo que hoy en día es conocido como efecto espectador.
La madrugada del 12 al 13 de noviembre Kitty Genovese volvía a casa después de su jornada laboral en el Bar deportivo de la undécima hora en la Avenida Jamaica, cuando fue asaltada y apuñalada en repetidas ocasiones por Winston Moseley. Fueron 3 los ataques realizados por parte del agresor, los cuales fueron espaciados durante más de 30 minutos. Durante este periodo de tiempo, la víctima gritó en numerosas ocasione pidiendo auxilio, hasta que finalmente falleció a causa de las heridas provocadas por su agresor. Si bien es cierto que desde los primeros gritos de auxilio la policía fue alertada del ataque, el Times en su versión original reportó que fueron 37 los testigos del ataque que no efectuaron ninguna llamada a la policía. Esta premisa errónea sobre la inhibición a la hora de prestar ayuda en el mismo instante del ataque describía cómo al ser cuestionados los testigos de tan trágico suceso acerca del porqué no llamaron a la policía de forma inmediata alegaron que dieron por sentado que alguno de los vecinos habría llamado ya a la policía. Este fenómeno conocido como efecto espectador durante décadas ha defendido como ante una situación de emergencia donde hay múltiples testigos, las personas tienden a delegar en el resto de observadores la responsabilidad de prestar ayuda (Darley & Latane, 1968). Sin embargo, estudios recientes han criticado la coherencia y validez del efecto espectador en base distintas situaciones del día a día recogidas a través de cámaras de seguridad y videovigilancia. Algo que no ha impedido que la repercusión mediática de este triste suceso valla más allá del campo de la psicología habiendo inspirado a grandes obras literarias como por ejemplo Watchmen, novela gráfica escrita por Alan Moore en donde Rorschach, uno de sus protagonistas, hace referencia al asesinato de Kitty Genovese como el motivo principal por el que decide convertirse en un vigilante o la escena de la película Halloween, donde Laurie Strode pide ayuda mientras es perseguida por Michael Myers pero es ignorada por parte de sus vecinos.
Modelos explicativos: ¿Por qué ayudan las personas?
Son dos los principales marcos teóricas que durante las últimas décadas han tratado de explicar el porqué detrás de la ayuda a los demás y el altruismo.
1. Teoría evolucionista
Este Marco teórico sustenta la explicación de la ayuda a nuestros iguales desde una perspectiva biológica de conservación de la especie. Esta teoría esgrime el argumento por el cual la tendencia a la conservación de la vida y la supervivencia de los genes y por consiguiente de la especie es lo que hace que las personas tengamos ese impulso natural de ayudar a nuestros semejantes. Desde esta premisa, las personas orientan sus conductas prosociales de tal manera que estas favorezcan el éxito reproductivo y la perpetuidad de la especie. Asimismo, ha de ser tenido en cuenta como la selección de parientes también constituye una parte fundamental en la ayuda de los demás, motivo por el cual las personas tienden a ayudar, primero aquellas personas con las que mantienen una relación de parentesco, buscando la protección y supervivencia de la familia.
Lejos de limitarnos ayudar únicamente a nuestros familiares, otro factor fundamental en el comportamiento prosocial es la cooperación, motivo por el cual las personas suprimen su propio interés para lograr una cooperación social de la que se vea beneficiada todos sus congéneres (Penner et al., 2004).
2. Teoría del aprendizaje social
La teoría del aprendizaje social por el contrario establece como el comportamiento prosocial es una característica aprendida, no innata, donde las personas tienden a aquellos comportamientos de ayuda a los demás como consecuencia de la imitación de los modelos de comportamientos observados previamente o motivados por las consecuencias que se derivan de dicho comportamiento. Para que se dé este tipo de aprendizaje, es imprescindible que los modelos de comportamiento sean llamativos para las personas, de tal manera que su forma de actuar sea almacenada en la memoria y posteriormente emitida en el contexto adecuado. De lo anteriormente descrito se entrevé como modelos sociales prosociales presentes en la infancia (padres, familiares, protagonistas de series televisivas o referentes culturales) pueden desempeñar un papel fundamental de influenciar de manera positiva en el fomento de comportamientos prosociales (De Minzi, 2009).
Predictores de la ayuda: ¿Cuando ayudamos?
Sin duda alguna un factor determinante para prestar ayuda o no a alguien es nuestra personalidad, esta característica resulta clave para que nuestras conductas prosociales se vean secundadas por el altruismo. Y es que tanto la capacidad de control interno o externo de las propias habilidades sociales así como las experiencias del pasado constituyen factores clave que afectan a este tipo de conductas (Ortiz, 1994). Asimismo, la evidencia muestra como ciertos rasgos de personalidad, como la empatía, influyen de forma significativa en las conductas prosociales, y cómo estas características a su vez dependen del contexto y de factores situacionales, como por ejemplo los estilos de crianza de los padres (Mestre Escrivá et al.,2004). Autores como Batson et al. (1987) investigaron las diferencian existentes entre la motivación altruista (centrada en el bienestar del otro) y la egoísta (reducir la propia angustia). Siendo el egoísmo también un fuerte motivador para la ayuda al generar gratificación personal y aliviar emociones negativas tales como la culpa.
Por último, otro aspecto fundamental a tener en cuenta a la hora de estudiar la motivación detrás de la ayuda a los demás es el conjuntos de normas sociales según la cultura. Estas normas, de componente legal, moral y/o ideológico engloban distintos tipos de normas como por ejemplo la norma de responsabilidad social, que implica ayudar a quienes lo merecen; la norma de justicia, que se basa en la equidad entre lo que se da y lo que se recibe; y la norma de reciprocidad, que sugiere ayudar a quienes previamente nos han ayudado.
En definitiva, el comportamiento prosocial es aquel que engloba todos aquellos comportamientos de ayuda, de cooperación y altruistas, donde el foco principal es el beneficio que dichas acciones de ayuda ofrecen a los demás. Desde el prisma tanto de la psicología como de la psicobiología, ambas disciplinas destacan la complejidad de este comportamiento, cuya principal fuente de motivación recala en la empatía. Y es que la predisposición a ayudar está influida por factores individuales como la personalidad (empatía y experiencias previas) y factores contextuales, incluyendo estilos de crianza, normas culturales y situacionales. Las motivaciones pueden ser altruistas (centradas en el bienestar del otro) o egoístas (buscando aliviar la propia angustia o culpa). Por último, ha de ser también tenido en cuenta como las normas sociales como la reciprocidad, la responsabilidad social y la justicia desempeñan un papel clave en la regulación del comportamiento prosocial.
Referencias:
Batson, C. D., Fultz, J., & Schoenrade, P. A. (1987). Distress and Empathy: Two Qualitatively Distinct Vicarious Emotions with Different Motivational Consequences. Journal Of Personality, 55(1), 19-39. https://doi.org/10.1111/j.1467-6494.1987.tb00426.x
Darley, J. M., & Latane, B. (1968). Bystander intervention in emergencies: Diffusion of responsibility. Journal Of Personality And Social Psychology, 8(4, Pt.1), 377-383. https://doi.org/10.1037/h0025589
De Minzi, M. C. R. (2009). Influencia del Modelado de los Padres sobre el Desarrollo del Razonamiento Prosocial en los/las Niños/as. DOAJ (DOAJ: Directory Of Open Access Journals). https://doaj.org/article/b9bf2b5cbfbc454a823677a39b992d62
Hogg, M. A., Graha, M. H., Vaughan, G. M., & Morando, M. H. (2010). Psicología social. Ed. Médica Panamericana.
Manning, R., Levine, M., & Collins, A. (2007). The Kitty Genovese murder and the social psychology of helping: The parable of the 38 witnesses. American Psychologist, 62(6), 555-562. https://doi.org/10.1037/0003-066x.62.6.555
Mestré, V., Samper, P., Tur, A., Cortés, M., Nácher, M. (2006). Conducta prosocial y procesos psicológicos implicados: Un estudio longitudinal en la adolescencia. Revista Mexicana de Psicología, 23(2) 203-215. Recuperado de http://www.redalyc.org/articulo.oa id=243020649006
Ortiz, M.J. (1994). El altrusismo. En J.F. Morales. Psicología Social (pp. 444-464). España: McGraw-Hill.
Penner, L. A., Dovidio, J. F., Piliavin, J. A., & Schroeder, D. A. (2004). Prosocial Behavior: Multilevel perspectives. Annual Review Of Psychology, 56(1), 365-392. https://doi.org/10.1146/annurev.psych.56.091103.070141