En los últimos años cada vez es más común escuchar este término y además asociado a población más joven. El trastorno límite de personalidad, es el trastorno de personalidad más diagnosticado, la prevalencia en población adulta se sitúa entre el 1,4 y el 5,9%. Es un trastorno que suele debutar en la adolescencia.
Desde hace varios años el TLP, está ocupando a muchos profesionales de la salud mental en su estudio para comprender, diagnosticar y tratar a las personas afectadas. En rasgos generales las personas que sufre TLP se caracterizan por:
- Desregulación emocional: que incluye una alta sensibilidad a estímulos emocionales, una respuesta muy intensa a estos estímulos y dificultad para retornar a la calma emocional.
- Patrón de relaciones inestables y difusión de la propia identidad.
- Desregulación conductual: comportamientos impulsivos y conductas autolesivas.
Tras el estudio y numerosas investigaciones se aboga por entender el TLP como un trastorno cuyo núcleo central es la desregulación emocional. Esta desregulación tiene origen en cierta disponibilidad biológica, cierto contexto ambiental y la interacción entre estos dos factores.
Entre los factores de vulnerabilidad la circunstancia ambiental fundamental es el “ambiente invalidante”. Este ambiente se da desde la niñez, respondiendo de manera errática e inadecuada a los emociones, pensamientos o creencias del niño. Además, los ambientes invalidantes tienden a responder de manera extrema a las experiencias del niño.
Un ambiente invalidante contribuye a esta desregulación porque no son capaces de enseñar al niño a poner nombre a lo que le ocurre y no le ayudan a modular esta activación emocional.
Esta visión, apunta que una de las experiencias invalidantes más traumáticas en la infancia es el abuso sexual y es muy alto el porcentaje de niños que ha experimentado abusos y en etapas posteriores han desarrollado TLP.
Además de la dificultad para regular las emociones, las personas con TLP, no han adquirido estrategias adaptativas para poder regularlas y esto hace que en muchas ocasiones usen conductas impulsivas (consumo de drogas, autolesiones…) como intento de calmar esos afectos.
Lo comentado anteriormente se traduce en la edad adulta en una amplia variedad de síntomas y de conductas que ponen en peligro su vida como son: autolesiones recurrentes, intentos de suicidio, intoxicaciones por abuso de sustancias, episodios agresivos… y como consecuencia un vacío crónico, una faltad de identidad.
Algunos de los rasgos más comunes de las personas que sufren TLP son:
- Inestabilidad en el sentido de sí mismo: tienen una autoimagen variable de sí mismos basándose generalmente en la imagen que tienen los demás de ellos.
- Relaciones interpersonales inestables: suelen mantener relaciones con los otros intensas e inestables. Suelen necesitar apoyo y demostraciones de cariño por parte de los otros de manera excesiva.
- Problemas para “funcionar”: son personas que pueden poseer múltiples habilidades pero que su falta de seguridad no les permite ponerlas en marcha.
- Y su inestabilidad les puede hacer sentir: no ser querido, ser dependiente, sentirse olvidado, sentir que pierde el control, desconfianza en el otro…
Dada la alta incidencia y la gravedad de la clínica, se ha trabajado duro para crear terapias especialmente dirigidas a pacientes con TLP, desde un abordaje integral, trabajando desde lo individual, grupal, familiar y acompañado de tratamiento farmacológico.