Trastorno Dismórfico Corporal y su tratamiento

El trastorno dismórfico corporal (TDC) es un trastorno mental que hace que las personas se preocupen en exceso y de manera desmesurada por su aspecto físico, con la creencia de que hay un gran defecto (el cual puede ser mínimo o imaginario). Esto provoca un deterioro de la calidad de vida, sobre todo en los casos en los que se acude a tratamientos médicos o quirúrgicos. Este trastorno se suele asociar al miedo al rechazo, vergüenza de uno mismo, sentimiento de inferioridad y baja autoestima. Igualmente, en términos generales se observa poca conciencia del trastorno, junto con ideas delirantes en ciertos casos. Es decir, están completamente seguros de que se ven anormales y de que su perspectiva de sus defectos es la correcta (Giraldo-O’Meara y Belloch, 2017). Igualmente, los sujetos con TDC sobreestiman la importancia y el significado de las imperfecciones físicas. Estos pensamientos autodestructivos provocan sentimientos como vergüenza, tristeza o ansiedad, y los individuos tratan de neutralizarlos con rituales (como mirarse al espejo excesivamente, tocarse la cara…) o evitación. Los rituales y la evitación provocan que las sensaciones negativas se reduzcan, reforzando y manteniendo los pensamientos desadaptativos. Añadir, que puede haber comorbilidad con otros trastornos mentales, entre ellos, el trastorno obsesivo compulsivo (TOC), trastornos del ánimo, fobia social, abusos de sustancias, ideación suicida, desórdenes alimenticios y trastornos de la personalidad (Sandoval et al., 2009). Es un trastorno complejo, y a esto se le suma que un alto número de personas con este trastorno no buscan ayuda psicológica o psiquiátrica, debido a la falta de conciencia del problema. Sin embargo, tienden a buscar constantemente tratamientos quirúrgicos, dermatológicos o dentales, y en muchos de los casos empeoran los síntomas del TDC (Phillips y Hollander, 2008).

Tratamiento

Para el tratamiento del TDC habitualmente se utilizan dos métodos demostrados empíricamente, la parte farmacológica y la terapia cognitivo conductual. Farmacológicamente se utilizan los ISRS, algunos profesionales recomiendan usar la dosis aconsejable para el TOC (Jiménez et al., 2019). También se utiliza la clomipramina. Por otro lado, los antipsicóticos no suelen ser eficaces en este trastorno (Perkins, 2019). Psicológicamente se recomienda la terapia cognitiva conductual para el trastorno dismórfico corporal, diseñada por Wilhelm y compañeros (2012). Este modelo incorpora factores socioculturales, psicológicos y biológicos para entender el desarrollo y mantenimiento del TDC (Veale, 2004). A continuación se explica paso por paso esta intervención.

Evaluación, evaluación de la motivación y psicoeducación

La terapia comienza con la evaluación del trastorno y los síntomas asociados. También se debe valorar la posible comorbilidad con algún otro trastorno. Asimismo, los profesionales deben investigar sobre las áreas, pensamientos, percepciones, comportamientos y conductas desadaptativas que puedan estar relacionadas con el trastorno. Igualmente, se debe preguntar específicamente sobre los síntomas del TDC. Se tiene que tener en cuenta en la presentación su apariencia, sus comportamientos, sus ideas sobre el aspecto, ataques de pánico (por ejemplo, al mirarse al espejo), problemas sociales, depresión, ideación suicida y si se da abuso de substancias. Por último de la evaluación, se debe realizar el diagnóstico diferencial.

Debido a la falta de conciencia del trastorno y las ideas delirantes sobre el aspecto, se recomienda incorporar técnicas de la entrevista motivacional adaptadas al caso (Miller y Rollnick, 2002). Entre estas técnicas se recomiendan: empatía y validación emocional, preguntas sin prejuicios y diferenciar los objetivos de la terapia con los síntomas del trastorno.

En último lugar, el terapeuta debe proporcionar psicoeducación sobre el trastorno, sus síntomas, la prevalencia y las diferencias entre la apariencia y la imagen corporal. Una vez observado los síntomas específicos en la evaluación, se diseñará una intervención cognitiva conductual. También se debe explicar cómo será el tratamiento, además de cómo se desarrollan los problemas sobre la imagen corporal. No se debe olvidar explorar los factores importantes para el sujeto (Wilhelm et al., 2014).

Estrategias cognitivas

Se debe identificar los pensamientos maladaptativos, evaluarlos y generar un pensamiento alternativo. El profesional debe explicar los sesgos cognitivos más comunes utilizados, permitiendo que el individuo sea capaz de diferenciarlos. A medida que se vaya avanzando, se debe observar más profundamente los pensamientos y de dónde vienen. Por ejemplo, “no merezco ser amado” o “no valgo la pena”. El análisis de estos pensamientos con el paciente es importante para mantener los cambios en el futuro. Otra técnica útil es preguntar a la persona sobre la peor consecuencia posible de sus pensamientos. La reestructuración cognitiva, los experimentos comportamentales y la rueda de la autoestima son de ayuda para que la persona aprenda a ampliar la base de su autoestima fuera de la apariencia.

Exposición y prevención de rituales y de evitación

Antes de comenzar se han de identificar los rituales del paciente (como tocarse la cara, mirarse en exceso al espejo…) y las conductas evitativas utilizadas. También se debe explicar cómo estas conductas refuerzan y mantienen los síntomas del TDC. A continuación, se debe hacer una jerarquía de situaciones que provoquen ansiedad o evitación. Dentro de la jerarquía se recomiendan las experiencias sociales. La exposición se debe hacer de manera exponencial, comenzando por la parte baja de la lista. Se debe tener en cuenta que la exposición genera ansiedad en la persona, por lo que el profesional debe proporcionar razones para hacerlo, al igual que validar constantemente la ansiedad sentida. Asimismo, junto a la exposición se debe incorporar la prevención del ritual. Para conseguirlo, es recomendable que el sujeto monitorice los contextos y la frecuencia de los rituales. Tras esto, el terapeuta debe ofrecer técnicas para eliminarlos, reducirlos o resistirse. El objetivo de estos ejercicios es que el paciente consiga practicar la tolerancia al estrés, y que obtenga información que cuestione sus pensamientos irracionales (Wilhelm et al., 2013).

Reestructuración perceptual

Las personas con este trastorno suelen tener una relación complicada con su propio reflejo. Esto puede reflejarse de dos maneras, o evitando verlo, u observando durante horas sus defectos. Normalmente, se suelen quedar enfocados en el área del cuerpo que le preocupa, acercándose mucho al espejo y magnificando la imperfección percibida. Esto ayuda a mantener los pensamientos desadaptativos del TDC. También se tiene que analizar el diálogo interno de los sujetos, ya que tiende a ser bastante destructivo. La reestructuración perceptual ayuda a concienciarse de la distorsión corporal y a mejorar su manera de dialogar consigo mismo. El terapeuta debe guiar y ayudar en todo el proceso, y el paciente debe describir todo su cuerpo a una distancia de conversación del espejo. Durante el ejercicio, el lenguaje negativo queda sustituido por uno más objetivo. También se puede utilizar en conversaciones, donde el sujeto describe la apariencia de otras personas, o centrándose en otros aspectos del entorno (Wilhelm et al., 2013).

Módulos extras

Las estrategias específicas para ciertos síntomas se deben diseñar según el caso y las necesidades del paciente.

Prevención de recaídas

El final del tratamiento trata de consolidar las herramientas y habilidades entrenadas en la intervención para situaciones futuras. El profesional debe ayudar a la persona a esperar y responder futuros desafíos. Para ello, se recomienda realizar varias sesiones para revisar las habilidades y los objetivos trabajados. Por último, es preciso hacer sesiones de seguimiento periódicamente. 

 

Referencias

Giraldo-O’Meara, M., & Belloch, A. (2017). El trastorno dismórfico corporal: Un problema infra-diagnosticado. Revista de psicopatología y psicología clínica, 22(1), 69.

Jiménez, J. S., Vicent, A. C., & Garrigues, M. T. (2019). Trastorno Dismórfico Corporal: revisión sistemática de un trastorno propio de la adolescencia. Revista de psiquiatría infanto-juvenil, 36(1), 4-19.

Miller, W.R. & Rollnick, S. (2002). Motivational interviewing: Preparing people for change (2nd edition). New York: Guilford Press.

Perkins, A. (2019). Trastorno dismórfico corporal. La búsqueda de la perfección. Nursing (Ed. española), 36(6), 16-20.

Phillips, K. A., & Hollander, E. (2008). Treating body dysmorphic disorder with medication: evidence, misconceptions, and a suggested approach. Body Image, 51, 13-27.

Sandoval, M., García-Huidobro, I., & Pérez-Cotapos, M. L. (2009). Trastorno dismórfico corporal. Revista Chilena Dermatológica, 25(3), 244-250.

Veale, D. (2004). Advances in a cognitive behavioural model of body dysmorphic disorder. Body Image, 1, 113-125.

Wilhelm, S., Phillips, K. A., Didie, E., Buhlmann, U., Greenberg, J. L., Fama, J. M., Keshaviah, A., & Steketee, G. (2014). Modular Cognitive-Behavioral Therapy for Body Dysmorphic Disorder: A Randomized Controlled Trial. Behavior Therapy, 45, 314–327.

Wilhelm, S., Phillips, K. A., & Steketee, G. (2012). Cognitive-behavioral therapy for body dysmorphic disorder: A treatment manual. Guilford Press.

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