¿Qué son los tics y qué tipos hay?
Los tics son movimientos o sonidos que aparecen de forma repentina, repetitiva e involuntaria. Si bien es cierto que en la mayoría de los casos estos se dan únicamente durante el día, en algunos casos éstos pueden persistir también durante el sueño. Principalmente pueden darse dos tipos de tics, los que consisten en la realización de movimientos, tics motores, y los que consisten en la realización de sonidos, tics fónicos. Sin embargo, en algunos casos esta distinción puede resultar no solo compleja, sino también algo arbitraria. Esto es debido al hecho de que algunos sonidos se producen en realidad como consecuencia de la realización de movimientos involuntarios de determinados músculos situados en la zona bucal o las vías respiratorias. En otros casos dichos sonidos son claramente fónicos pudiendo implicar la pronunciación de sílabas, palabras o incluso frases específicas. Además, estos tics pueden ser simples o complejos en función de la cantidad de grupos musculares implicados en su realización. A continuación se describen y se ofrecen algunos ejemplos de cada tipo de tic:
- Tics motores simples: afectan solamente a un músculo o grupo de músculos (ej. parpadear, hacer algún tipo de mueca con la boca, estirar el cuello, cerrar el puño, encogerse de hombros…)
- Tics motores complejos: afectan a varios grupos musculares y tienden a asemejarse a gestos o conductas comunes (ej. agacharse, saltar, tocar o acariciar a alguien, tirar de algo, realizar gestos obscenos, imitar gestos realizados por terceros…)
- Tics fónicos simples: implican la realización de sonidos carentes de significado (ej. carraspear, gritar, soplar, toser, chasquear la lengua…)
- Tics fónicos complejos: implican la pronunciación de sílabas, palabras o frases con o sin sentido lingüístico (ej. insultar, repetir palabras o frases dichas por terceros o por uno mismo, tararear, reproducir sonidos característicos de animales…)
¿Qué causa los tics y qué factores modifican su frecuencia?
Actualmente se desconoce cual es la causa específica que da lugar a la aparición de tics. No obstante, sí se conocen determinados factores de riesgo que podrían aumentar la vulnerabilidad de desarrollarlos. Entre ellos se encuentran específicamente factores genéticos, factores fisiológicos (exceso de dopamina), y factores psicológicos (especialmente, el estrés y la ansiedad).
Además, a día de hoy es ampliamente reconocido que determinados factores pueden aumentar o disminuir la frecuencia de aparición de los tics en aquellas personas que los sufren. Así, ante situaciones que implican determinados estados emocionales o físicos, como el estrés o la ansiedad, la sobreexcitación emocional, la fatiga, el aburrimiento o el calor, la frecuencia de los tics tiende a aumentar. Además, las personas que padecen tics pueden presentar una sensibilidad aumentada a determinados estímulos externos de tipo táctil, auditivo o visual, pudiendo actuar dichos estímulos como desencadenantes específicos de los tics. Por otro lado, una característica específica de los tics es que pueden suprimirse, de forma que a través de un esfuerzo consciente su frecuencia puede reducirse en momentos determinados. Por ejemplo, en el caso de los niños es habitual que éstos tiendan a tratar de suprimirlos en la escuela, de modo que al volver de esta suele producirse un efecto rebote asociado a un aumento en la liberación de tics.
Impulso premonitorio del tic, ¿qué es?
Los tics suelen estar precedidos por una tensión interna que se denomina impulso premonitorio. Esta tensión genera la necesidad de realizar el tic, de forma que una vez el tic ha tenido lugar se produce una sensación de alivio de dicha tensión. El impulso premonitorio puede aparecer en forma de calor, quemazón, presión, tensión, hormigueo o picor, entre otros, localizándose normalmente la sensación en aquella zona corporal en la que se produce el tic. No obstante, este impulso también puede aparecer en forma de ansiedad o enfado creciente. Aproximadamente, el 80% de las personas que presentan tics sienten este impulso premonitorio, si bien debe tenerse en cuenta que para niños menores de 10 años puede ser difícil de reconocer. La detección de este impulso premonitorio es de especial relevancia de cara a la implementación de intervenciones dirigidas a la disminución de la frecuencia de aparición de los tics. Esto es así debido a que las dos intervenciones conductuales que actualmente cuentan con mayor evidencia científica acerca de su eficacia para el tratamiento de los tics se basan en la identificación previa de dicho impulso.
¿Cuáles son y en qué consisten las principales intervenciones conductuales dirigidas a la reducción y eliminación de tics?
Los dos tipos de intervención conductual mencionadas reciben el nombre de “Terapia de Reversión del Hábito (TRH)” y “Terapia de Exposición con Prevención de Respuesta (TEPR)”. A continuación describimos brevemente en qué consiste cada tipo de intervención.
Específicamente, la Terapia de Reversión del Hábito, tiene como objetivo disminuir el impulso premonitorio que lleva a la realización del tic a través de la realización de una respuesta conductual incompatible con el mismo. Es decir, la persona aprende a realizar un movimiento determinado en el momento en que empieza a sentir el impulso premonitorio, el cual al implicar los mismos grupos musculares que son necesarios para la realización del tic impide la propia realización del tic. Esta respuesta conductual incompatible debe mantenerse hasta que la urgencia por realizar el tic disminuye. Así, por ejemplo, si el tic consiste en agitar los brazos, cruzarlos sobre el pecho podría ser una opción de respuesta conductual incompatible con el tic, ya que impide que los brazos puedan agitarse. Esta técnica es especialmente útil cuando la persona muestra solamente uno o dos tipos de tics, debiéndose buscar una respuesta incompatible específica para cada uno de ellos.
Por el contrario, en la Terapia de Exposición con Prevención de Respuesta la persona es entrenada para desarrollar una tolerancia cada vez mayor en relación al impulso premonitorio, de forma que consigue inhibir la aparición del tic. Como resultado de este entrenamiento, la persona no solo es cada vez más capaz de suprimir los tics durante mayores periodos de tiempo a través de un esfuerzo consciente, sino que también la aparición de la sensación premonitoria se va haciendo menos frecuente e intensa. Este tratamiento suele compararse con lo que ocurre cuando nos pica un mosquito. La picadura del mosquito produce una sensación de picor, siendo normalmente nuestra primera reacción aliviar dicho picor a través del rascado. Sin embargo, precisamente ese rascado favorece que la sensación de picor se intensifique y mantenga durante un periodo mayor de tiempo. En cambio, cuando nos resistimos a ese picor y evitamos rascarnos, la sensación cesa. En esta analogía la picadura representaría la sensación premonitoria, mientras que el acto de rascarse representaría la realización del tic en sí mismo. De forma, que la sensación premonitoria va siendo menos molesta y frecuente a medida que conseguimos evitar que ésta desencadene el tic. Esta técnica, al contrario que la anterior, es especialmente útil cuando la persona muestra varios tipos de tics diferentes.