A raíz de la aparición en nuestro día a día del SARS-COV-2 o COVID-19 y los síntomas y secuelas que puede dejar en nosotros, hemos empezado a valorar más lo que tenemos, entre otras cosas el poder oler. Un sentido tan básico pero al mismo tiempo muy importante el cual su función principal es vigilar el entorno humano y proporcionar una vía de escape en situaciones peligrosas. En la vida cotidiana tiene un papel fundamental, como por ejemplo, ayudarnos a detectar si un alimento no es comestible o si tenemos algo en el fuego que se está quemando. El olfato es un sentido fundamental pero posiblemente el sentido considerado de menos interés.
A consecuencia de la COVID-19 se han dado a conocer un poco más los trastornos del olfato, y muchas personas le han podido poner nombre a esa pérdida olfativa y/o cambio olfativo que han padecido. Los trastornos del olfato se pueden clasificar en dos grupos, la disfunción cuantitativa, en la cual estarían la hiposmia y anosmia; y la cualitativa (parosmia y fantosmia). La hiposmia y la anosmia son dos alteraciones del olfato que más se han conocido en estos dos años, siendo la hiposmia una pérdida parcial del olfato, y la anosmia una incapacidad total para percibir los olores. ¿Qué pasa si el problema no es la falta de olfato, sino que identificas un olor diferente al correspondiente? ¿Qué sucede si los huevos fritos te huelen a gasolina y la gasolina a huevos fritos, por ejemplo? Es una disfunción olfativa que algunas personas pueden percibir y el cual tiene nombre, parosmia. La parosmia es una percepción del olfato distorsionada en presencia de un estímulo oloroso, es la incapacidad del cerebro para identificar y asociar correctamente el olor natural de un estímulo con el mismo. De igual manera, se ha observado que puede empeorar significativamente la calidad de vida debido al mal olor y la alteración del sabor, llevando a evitar algunos alimentos y a la pérdida de peso. Además, algunos autores han encontrado que el malestar del paciente por la distorsión olfativa es más sufrido que la pérdida olfativa aislada.
Un correcto funcionamiento de la percepción del olor comienza al estimular los receptores olfatorios primarios, los cuales se encuentran en el neuroepitelio, en la cavidad nasal superior, adyacente al tabique y pared nasal superior. Las células olfativas transmiten sus señales al bulbo olfatorio, donde la información se codifica y se difunde a otras áreas del sistema nervioso central. Hay que mencionar que las regiones corticales que reciben proyecciones del bulbo olfatorio incluyen la corteza olfatoria primaria. Parte de la corteza olfatoria primaria es la corteza piriforme, que está conectada a las áreas olfativas secundarias, como el tálamo, el hipotálamo y la corteza orbitofrontal. Las áreas primarias y secundarias pueden tener una función de sensación de placer olfativo, memoria, respuesta emocional a los olores y el estado de ánimo. A pesar de que, como se ha mencionado, el olfato ha sido un sentido de poco interés y por lo tanto menos estudiado, la pérdida parcial de las neuronas receptoras olfatorias, la pérdida interneuronal responsable de las disfunciones del bulbo olfatorio o las anomalías en la focalización de las fibras en regeneración tras una lesión podrían indicar una de las razones de disfunción en los mecanismos fisiopatológicos de la parosmia.
De igual manera, la falta de pruebas específicas para la evaluación de la parosmia y su pobre autoinforme dificulta la estimación real de su incidencia. A pesar de ello, existe un método cualitativo para evaluar la función olfativa, la prueba Sniffin ‘Sticks Test (SST). La parosmia suele ser un trastorno secundario a otras enfermedades neurológicas, o causada por otras alteraciones. Para evaluarlo, es necesario realizar una evaluación basada en la historia, el examen neurológico clínico e instrumental y las pruebas de olfato. Es importante recopilar información de presencia de rinitis alérgica y trastornos de los senos nasales, traumatismo craneal, antecedentes de tabaquismo, abuso de alcohol, medicamentos concomitantes o cambio en los hábitos alimentarios. Asimismo, una evaluación de la memoria y el rendimiento cognitivo.
¿Y ahora qué? ¿No seré capaz de identificar el olor correcto? Se ha estudiado que el entrenamiento olfativo tiene buenos resultados y mejoras en personas con parosmia. El entrenamiento olfativo se trata de una inhalación consciente de generalmente cuatro olores diferentes, dos veces al día durante 15 segundos cada olor. Consta de cuatro sustancias de único olor y/o cuatro sustancias de diferentes olores pero siendo un aroma dominante. A vista de los resultados positivos, estudios sugieren una mejora en el procesamiento cognitivo de la información sensorial relacionada con el olfato; y evidencias de un aumento de volumen del bulbo olfatorio y restablecimiento de la intensidad de conectividad funcional dentro del sistema olfativo.
Ciruelo, R., De Salvo, S., Bonanno, L., Marino, S., Bramanti, P. y Caminiti F. (2020). Parosmia y trastornos neurológicos: una asociación desatendida. Frontiers in Neurology (11). https://doi.org/10.3389/fneur.2020.543275
Liu, D., Sabha, M., Damm, M., Philpott, C., Oleszkiewicz, A., Hähner, A. y Hummel, T. (2020). La parosmia se asocia con una recuperación olfativa relevante después del entrenamiento olfativo. The laringoscope 1-6. https://doi.org/10.1002/lary.29277