Actualmente, tenemos acceso a tal cantidad de información que es habitual estar familiarizados con diversos conceptos relativos a disciplinas científicas que hace pocos años quedaban restringidos al uso entre profesionales. Un ejemplo de ello es el concepto de los Estilos de Apego; y es que, ¿quién no ha escuchado alguna vez “eso de los estilos de apego”?
En este post intentaré explicar de forma sencilla y desde una perspectiva fiel a la teoría algunas claves relacionadas con el Apego que nos pueden venir bien para conocernos y entendernos un poquito más a nosotros y nosotras mismas.
Cuando nacemos somos tan vulnerables que necesitamos de alguien que asegure nuestra supervivencia y desarrollo; para ello, disponemos del sistema de apego, el cual además de la posibilidad de sobrevivir nos permite obtener seguridad emocional ante posibles amenazas. Este sistema es innato y se manifiesta a través de conductas como buscar, seguir y mantener la proximidad con una figura que nos proteja, usar a esa figura como base para la exploración y como refugio.
En el bebé la configuración del cerebro, a diferencia de otros órganos, es muy básica e inmadura. Si bien es cierto que el desarrollo cerebral está programado genéticamente, las experiencias interpersonales modulan dicho desarrollo. De modo que desde que nacemos y a medida que se va desarrollando nuestro cerebro en el contexto de los vínculos de apego, se van configurando patrones de organización neuronal que van determinando nuestros patrones psicológicos. De esta forma, las experiencias tempranas que tenemos en la infancia con nuestras figuras de referencia son las que nos proporcionan el atrezzo que va a ir configurando el escenario de nuestra mente, en la cual construiremos modelos sobre los que basaremos nuestras ideas acerca del mundo, las personas y las relaciones, al tiempo que iremos moldeando nuestra personalidad. De manera que, los modelos que adquirimos en esos vínculos iniciales se verán reflejados posteriormente en el modo en que habitualmente nos relacionamos con los demás, en cómo sentimos y en la forma en que pensamos.
¿Qué estilos de apego hay?
En la etapa infantil los estilos de apego se clasifican en base a las conductas observables que exhibe el niño y las interacciones que muestra con su figura de apego. En este sentido, existe una técnica denominada La Situación Extraña, desarrollada por Mary Ainsworth en 1960, que permite evaluar el comportamiento del niño/a en un contexto experimental y determinar su estilo de apego, dando lugar a la distinción entre:
Apego Seguro: Lo provee una figura de apego comprensiva, autorregulada, que muestra disponibilidad, cuida y sintoniza con el niño/a. En este contexto de seguridad y receptividad, el niño/a se atreve a explorar activamente, comparte sus emociones buscando consuelo y protección en la figura de apego.
Apego Inseguro Evitativo: Surge cuando la figura de apego rechaza al niño/a continuamente, no se muestra disponible y no atiende sus necesidades. En este contexto el niño/a se muestra independiente y desarrolla estrategias de autosuficiencia emocional ante la expectativa de que va a ser rechazado/a.
Apego Inseguro Ambivalente: Se genera cuando la disponibilidad de la figura de apego es inconsistente e imprevisible, es decir, algunas veces está disponible y receptiva, y otras veces no lo está. De forma que el niño/a muestra reacciones contrapuestas de enfado y pasividad ante la figura de apego, dificultades para regularse y miedo a explorar.
Apego Desorganizado: Surge cuando el niño/a muestra sentimientos contradictorios y conductas de aproximación y evitación de la figura de apego, por percibirla como refugio y como fuente de peligro al mismo tiempo.
Dependiendo del estilo predominante que hayamos desarrollado, en la etapa adulta podemos experimentar diferentes Estados Anímicos con respecto al Apego, a saber:
Seguro/autónomo: Son personas que se muestran objetivas con respecto a los vínculos discriminando de forma adecuada quién les genera bienestar y quién no. Se relacionan de forma adaptativa, sienten queridas y cómodas en las relaciones de intimidad, cuando se angustian pueden autorregularse y buscar regulación diádica.
Negador: Son adultos/as que evitan reconocer sus emociones y evitan buscar apoyo en otras personas para regularse ante estados emocionales negativos por sus expectativas de que van a ser rechazados/as. Se distancian de las emociones y bloquean los recuerdos dolorosos. Generalmente niegan los vínculos y las experiencias de apego, y tienden a evitar la intimidad.
Preocupado: Estas personas se sienten abandonadas ante separaciones normales o cuando sus seres queridos no se muestran disponibles, en estas ocasiones pueden sentir fuertes emociones negativas como angustia y rabia. Muestran excesiva preocupación por vínculos o experiencias de apego en el pasado. En sus esfuerzos por buscar aprobación, proximidad y evitar sentirse abandonadas en ocasiones pueden resultar intrusivas.
Irresoluto/desorganizado: Son personas inestables y poco predecibles, a las que les es difícil identificar sus emociones. Aunque necesitan intimidad, evitan abrirse debido a que conciben los vínculos de apego como peligrosos y tienen la expectativa de que serán agredidas. De forma que, pueden experimentar altos niveles de ansiedad ante las interacciones.
La repercusión de los vínculos de apego se refleja en aspectos somáticos, afectivos y cognitivos interrelacionados que van definiendo la actitud del yo ante diferentes experiencias a nivel personal y a nivel relacional. De este modo, las emociones que podamos sentir en un momento dado, conllevan sensaciones somáticas que moldean las representaciones mentales que, a su vez, afectan a las siguientes sensaciones, emociones y representaciones asociadas a la experiencia. En esta línea, citando a David J. Wallin ”La forma en que nos sentimos es un aspecto central de nuestro sentido de quién somos”. Y es que, podemos tener a alguien aportándonos seguridad y sin embargo, no sentirnos seguros a causa de los modelos mentales que tengamos enraizados, configurados por experiencias anteriores.
Si bien es cierto que podemos establecer tanto vínculos caracterizados por estilos inseguros como seguros, dependiendo del contexto y la persona con la que interactuemos, también es cierto que los estilos de apego se pueden moldear. En este sentido, trabajar con un profesional de la psicología en un contexto terapéutico te puede ayudar a crear nuevos patrones de apego (nuevos modelos de regulación afectiva y de pensamiento), lo cual puede repercutir en una mayor satisfacción con tus relaciones interpersonales.
Referencias:
Wallin, D. J., (2015), El Apego en psicoterapia, Bilbao: España, Editorial Desclée de Brouwer, S.A.
Un artículo muy interesante y educativo.
Interesantísimo. A ver si conseguimos aprender algo
Te invito a leer los posts de mis compañeras y compañeros!
La verdad que da para relexionar. ¿Podemos pasar por varios apegos… ?
Muy interesente, ya tenemos debate familiar.
Habitualmente, nuestro estilo de apego predominante se desarrolla en la infancia, en el contexto del primer vínculo de apego al que estamos expuestas con quien desempeñe el papel de cuidador/a principal. Sin embargo, a lo largo de la vida irán apareciendo otras figuras de apego (profesores, pareja, etc.) Con las que podremos establecer otro tipo de vínculos en nuestras relaciones interpersonales, adoptando diferentes formas de comportamiento en función de la seguridad, receptividad,calidez, etc. que percibamos por su parte.
Espero que te sirva para el debate 😉
Artículo muy interesante y muy útil para entender los comportamientos proprios y de los demás. Gracias Bea!!
Hola Valentina!
Me alegro de que te haya resultado interesante. El jueves subiré otro post que también se relaciona con el tema del apego, mientras tanto te invito a leer a mis compañer@s, también cuelgan cosas muy interesantes.
Saludos!
Una información muy útil para hacer auto análisis
Enhorabuena por el artículo
Muchas gracias, me agrada saber que pueda resultar útil e interesante!