La Afantasía

A menudo creemos que el resto de seres humanos perciben y procesan los estímulos de igual manera a como lo hacemos nosotros mismos, y cuando observamos a una persona que lo hace de forma diametralmente opuesta a la nuestra tomamos conciencia de lo diferente que puede ser el proceso perceptivo en otros. Esto sucede, por ejemplo, en el caso de la Afantasía (“aphantasia” en inglés), donde la persona en cuestión no tiene la capacidad de imaginar nada, y cuyo pensamiento a menudo se convierte una suerte de silogismos concretos y manipulativos. Quizás al resto de seres humanos, que nos basamos en nuestros pensamientos e imaginación para llevar a cabo incluso la tarea cognitiva más simple y llana, esto se nos hace precisamente difícil de imaginar.

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Tanto es así, que a día de hoy sabemos que las imágenes mentales que tenemos casi “sin querer” y continuamente, condicionan sobremanera no sólo lo que percibimos, sino también hacia dónde orientamos nuestra atención, qué elementos del mundo exterior a nuestra psique nos motivan, etc. En definitiva, hacia dónde vamos cognitivamente. Y esto sucede casi sin pensar, sin querer y sin poderlo remediar conscientemente, no al menos con poco esfuerzo cognitivo si queremos modificarlo. Pero, aún hay más, y es que debemos saber que cuando imaginamos o pensamos en algo, se activan las mismas áreas del cerebro que si estuviéramos percibiendo realmente ese algo, con toda su activación. ¿Cómo se te queda el cuerpo?

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Pero hay más, volviendo a cómo lo que pensamos e imaginamos modifica nuestro sistema cognitivo, ya que cambian completamente nuestro discurrir, hasta el punto de que condicionan todas nuestras decisiones morales, nuestra memoria (especialmente la visual, que es mediante la que los seres humanos tendemos a pensar e imaginar cosas, mediante el sistema visual) es fruto de nuestra imaginación, etc. Tanto es así, que en terapia tendemos a usar imágenes en técnicas como la exposición cuando existe una fobia concreta (por ejemplo, a las arañas), entrenando para ello al paciente primero a imaginarse el objeto fóbico (porque genera menos ansiedad), pasando después a ser expuesto en el objeto físicamente real. ¡Y esto es mucho más eficaz, generalmente, que si usamos sólo las palabras para este tipo de exposiciones! Tanto es así que un buen predictor de cómo irá la terapia es si la persona tiene más o menos capacidad de imaginación para estas lides. Y en esto, cada uno somos un mundo y tenemos capacidades muy diferenciales: algunos tienen una capacidad imaginativa prolija y muy rica, mientras que otros a duras penas pueden imaginarse algunas cosas. En esto, la experiencia y el entrenamiento previos incide sobremanera, cómo no…

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Curiosamente, en 1983 Galton descubrió que la “gente de ciencia” tienen menos capacidad de imaginación, pero también una menor conciencia de este “déficit”. Tanto es así, que tildaban de “enamorados” a quienes imaginaban mucho, algo no lejos de lo que hoy sucede con los que se ensimisman en exceso en sus pensamientos e imaginaciones, igual que cuando un niño necesita jugar “en exceso”. Tanto es así, que hasta hace no mucho, a esta falta de capacidad de imaginar se le tomó como un problema a nivel cerebral derivado de algún tipo de daño. De hecho, en 2015, Zeman remotó la investigación en este área y llamó “afantasía congénita” al trastorno de no poder imaginar, cumpliendo las personas que lo padecían los siguientes criterios o déficits:

  • Imágenes visuales menos vívidas e intensas que el resto de las personas
  • Preservación en tareas visuoperceptivas, pero una mayor tasa de reacción (respondían más despacio) en muchas tareas
  • Una posible pobre metacognición (crean imágenes mentales, pero al parecer ¿no son conscientes de que las crean? ¿Tienen en verdad poca capacidad de introspección?

Pero hay algo más interesante aún: ¡Estas personas describen semánticamente las imágenes que se les pide imaginar, en lugar de crearlas visualmente en la mente! Es como si todo el rato se tuvieran que generar esquemas de palabras o conocimientos para saber qué están imaginando o viendo, ¡pero sin poderlo visualizarlo! ¿Imaginas la trascendencia de esto en un trastorno psiquiátrico? La depresión, el trastorno bipolar, la ansiedad, y un largo etcétera de trastornos suelen tener asociados problemas de este tipo, tanto por no poder imaginarse a si mismo en otro contexto diferente al que están inmersos (el que padece un trastorno depresivo, no puede verse fuera del mismo, reduciendo su capacidad para desarrollar herramientas que le posibiliten salir), como porque imágenes indeseables vengan constante e irremediablemente a la cabeza, siendo foco de un malestar continuado…

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Así, tan malo es no poder imaginar, como andar imaginando incluso en exceso (o no poder inhibir imágenes, ya sean vividas o inventadas). De esta forma, revivir un trauma mediante imágenes de lo sucedido (flashbacks), percepciones “fantasma” de algo que no está en el espacio o incluso de un miembro amputado pueden ser diferentes formas de darse estos problemas.

Pero no debemos olvidar algo de suma importancia: estos fenómenos no se circunscriben a lo que percibimos por la vía visual (aunque en los humanos sea la modalidad sensorial más potente), sino que se da en TODOS los sentidos que tenemos: también en el olfato, gusto, tacto… y ¡en lo auditivo! Aunque, es verdad, nuestro sistema cognitivo está construido en torno a lo visual, principalmente. Sea como fuere, imaginar una manzana, acometer una tarea de rotación en la mente de alguna figura o imagen, o imaginarnos practicando deporte son 3 tareas muy diferentes, pero todas tienen algo en común: constan todas en imaginar. Sin embargo, son diferentes las áreas cerebrales que se ponen en marcha en cada una de ellas… No es lo mismo si tenemos ese material en nuestra memoria (porque ya lo hemos visto o imaginado antes), o si debemos crearlo de novo. Pero para crear y/o manipular imágenes mentales, necesitamos nuestro lóbulo frontal (1). Este es el “organizador” de todas nuestras experiencias… Pero para la precisión de lo que imaginamos, necesitaremos otras áreas: el hipocampo para las imágenes complejas en el espacio o ya almacenadas previamente (2), y la intensidad y viveza la generan las áreas visuales al unísono con las áreas sensoperceptivas (3). Y todas las áreas van trabajando coordinadas…

Imagen

Pero esto en lo que a la imaginación de conceptos visuales se refiere. ¿Qué sucede, en cambio, respecto al resto de modalidades sensoriales? ¡Pues no tenemos mucha idea! La investigación se ha centrado en experiencias visuales… Pero lo que sí sabemos es que las personas que no pueden generarse “fantasías”, son muy diferentes y en muchos sentidos: perciben diferente y de manera menos potente a nivel estimular, les cuesta más aprender de forma que son menos rápidos en discriminar estímulos (sensibilidad perceptual)… Sobre todo en lo que a la memoria se refiere, recordarán con menos viveza, como menos reales, lo sucedido. Sensorialmente, los recuerdos tienen menos “potencia”, pero los tienen. Esto demuestra que cada persona tiene una estrategia muy particular para las tareas de memoria… Así, son muchos los procesos cognitivos “alterados” de lo neurotípico, en una suerte de “persona cognitivamente diferente” en procesamiento y procesos cognitivos superiores:

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Capacidad de imaginar mentalmente en el centro y todos los procesos cognitivos que le vienen asociados alrededor

Así que, si no eres capaz de imaginar cosas (esto es un espectro, no es todo o nada), ten en cuenta toda esta información. Y si lo eres, aprovecha esa capacidad para tus procesos cognitivos, especialmente en el aprendizaje donde es muy importante ser capaz de asociar e imaginar aquello que quieres aprender y asimilar.

Y si te has quedado con ganas de más, aquí te dejo algunas referencias sobre las que tirar del hilo de la ciencia en este tema tan apasionante…

Keogh, R., & Pearson, J. (2018). The blind mind: No sensory visual imagery in aphantasia. Cortex; a journal devoted to the study of the nervous system and behavior105, 53–60. https://doi.org/10.1016/j.cortex.2017.10.012

Watkins N. W. (2018). (A)phantasia and severely deficient autobiographical memory: Scientific and personal perspectives. Cortex; a journal devoted to the study of the nervous system and behavior105, 41–52. https://doi.org/10.1016/j.cortex.2017.10.010

Zeman, A., Milton, F., Della Sala, S., Dewar, M., Frayling, T., Gaddum, J., Hattersley, A., Heuerman-Williamson, B., Jones, K., MacKisack, M., & Winlove, C. (2020). Phantasia-The psychological significance of lifelong visual imagery vividness extremes. Cortex; a journal devoted to the study of the nervous system and behavior130, 426–440. https://doi.org/10.1016/j.cortex.2020.04.003

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