La indefensión aprendida es un concepto que en muchas ocasiones pasa desapercibido, pero es importante aprender a identificar cuándo se da esta conducta desadaptativa para evitar que interfiera en nuestra vida diaria o en la de las personas de nuestro entorno.
Aparece en situaciones que pueden resultar dolorosas o ansiógenas sobre las que hemos tratado de generar algún cambio sin obtener resultados significativos, lo que con el tiempo se traduce en la sensación de que “no vamos a ser capaces de cambiar nada”, y en consecuencia, aparece esta indefensión.
Este concepto fue introducido por Seligman (1975) como una respuesta animal que más tarde identificó en seres humanos como una percepción de incontrolabilidad. Remarcaba que se generaba mediada por una baja motivación para responder de manera diferente, una gran dificultad a nivel cognitivo para buscar respuestas que sí influyesen en ese cambio y la influencia a nivel afectivo del miedo y depresión sobre estas situaciones, aunque con el tiempo distintos investigadores han reformulado esta teoría para explicar su funcionamiento. Dicho esto, no todas las personas van a llegar a experimentarla en algún momento de su vida, ya que la manera de procesar una misma situación depende de cada uno y no solo de la situación en sí misma.
La indefensión aprendida, tal y como su nombre indica, se aprende con el tiempo, es una manera de responder ante lo que nos ocurre y no se limita a un hecho aislado, por ello no es sencillo cambiar esta forma de respuesta. Implica que desaprendamos una conducta, lo que sería equivalente a que, por ejemplo, nos pidieran que dejásemos de saber escribir de un momento a otro.
A día de hoy, observamos la indefensión aprendida en multitud de situaciones como pueden ser casos de violencia de género, bullying o mobbing, entre otros, aunque también en ejemplos más simples como puede ser el presentarse al exámen de conducir en varias ocasiones y no lograr aprobar, lo que nos llevaría a pensar que no somos buenos conductores y finalmente, desistir.
Como se ha mencionado previamente, para trabajar sobre ella debemos modificar la conducta buscando formas alternativas de respuesta que nos ayuden a resolver el conflicto ante el que nos encontramos, así como sobre la percepción de capacidad para lograr esos cambios incidiendo en la autoestima y en la atribución del cambio.
Para poder iniciar cualquier modificación sobre nuestra conducta y nuestras cogniciones, lo primordial es comenzar identificando dónde aparecen esas respuestas que generamos automáticamente y que no nos están ayudando. Es un proceso de cambio que puede suponer tiempo y esfuerzo, pero que nos permite a su vez modificar esas limitaciones que en ocasiones nos ponemos a nosotros mismos de manera inconsciente, para seguir desarrollándonos respondiendo a nuestras necesidades.
Seligman, M. E. P. (1975). Helplessness. On Depression, Development, and Death. San Francisco, CA: Freeman.
Yela, J. R. y Malmierca, J. L. M. (1992). Indefensión aprendida en sujetos humanos y su inmunización. Influencia del estilo atribucional y de los programas de reforzamiento. Revista Latinoamericana de Psicología, 24(3), 1992, 301-321.