Como seres humanos, no estamos exentos de sufrir el dolor durante algún momento de nuestras vidas. Suele ser una experiencia desagradable, pero cumple una función, ya que nos avisa de que algo no va bien y nos invita a ponerle solución. No obstante, cuando el dolor se alarga en el tiempo pese a haberse curado, deja de cumplir su función. Este dolor crónico suele ser un problema grave de salud que suele conllevar problemas laborales, familiares y personales (Cazorla Navarrete, 2017).
Según Moreno (2020) la fibromialgia se caracteriza por:
“Un dolor musculoesquelético generalizado, aumento de sensibilidad al dolor, rigidez, fatiga, entendida como cansancio continuo y sueño no reparador de manera que tienen la sensación de no haber descansado durante la noche al ser un sueño superficial de mala calidad con despertares frecuentes durante la noche”.
La fibromialgia es una enfermedad que prácticamente solamente sufren las mujeres, ya que el ratio hombre/mujer es de 1:20. La etiología de esta enfermedad todavía no se conoce ni existen pruebas diagnósticas; pero se tienen en cuenta los factores psicosociales que pueden afectar tanto en la aparición como en la permanencia de esta enfermedad. Briones (2009) realizó una investigación y concluyó que las mujeres con fibromialgia entrevistadas presentaban unas características comunes:
- Rasgos de perfeccionismo, autoexigencia y responsabilidad
- Tendencia a esconder las emociones
- Pertenencia a la clase media-baja y nivel de estudios básico
- Malestar emocional mayormente causado por un antecedente vital traumático
- Trabajos duros físicamente, mayormente con un comienzo temprano
- Doble empleo: en el hogar y en el trabajo
Como ocurre en los demás trastornos de dolor crónico, las personas que sufren de fibromialgia suelen tener unos niveles muy altos de estrés. Por ello, los aspectos emocionales y la manera que tienen estas personas de hacer frente a la enfermedad son muy importantes (Moreno, 2020).
Parra et al. (2012) comprobaron que el dolor crónico y la fibromialgia suelen estar relacionados con sintomatología ansiosa y depresiva; por ello, determinaron que era importante que esas personas contaran con estrategias y habilidades para poder aceptar el dolor crónico y sus consecuencias, sin evitarlos ni controlarlos.
Muchas personas que viven con dolor crónico centran su vida en torno a controlar el dolor y evitarlo sistemáticamente. En esta situación hay dos opciones radicales: La primera opción es seguir sufriendo y evitando el dolor a toda costa, ya que para esas personas la felicidad es la ausencia del dolor. La persona entra en una lucha constante por controlar el dolor y las emociones desagradables y paradójicamente, en vez de disminuir el síntoma este coge más fuerza, aumentando así el malestar. La segunda opción es experimentar ese dolor abiertamente e intentar vivir en congruencia con los valores de cada uno. Esto no quiere decir que se tenga que vivir el dolor de una forma masoquista, lo que se pretende es aceptar abiertamente el dolor, ya que evitarlo sistemáticamente supone un coste muy grande para la persona, ya que la persona entra en un círculo vicioso cada vez más inhabilitante (Luciano Soriano et al., 2001).
En la investigación de Briones (2009) las mujeres con fibromialgia entrevistadas afirmaron que a causa de la enfermedad no podían realizar las tareas del hogar como a ellas les gustaría. Detrás de esto existe la importancia que le dan a la limpieza y el orden del hogar y el sufrimiento que les genera no tener la casa como a ellas les gustaría. Las mujeres afirman que este intento de superarse no es beneficioso para su enfermedad, ya que lo empeora. Aun siendo conscientes de ello, para ellas es muy difícil asumir las limitaciones, bajar las expectativas y delegar y muchas de ellas continúan con esa carga de trabajo elevada, aumentando así el malestar físico y emocional.
Por todo ello, la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), puede ser una buena opción; ya que, propone experimentar el dolor abiertamente y aceptarlo, ya que siempre estará allí. Propone vivir el dolor sin implicarse en ello, centrándose en vivir la vida acorde a los valores y metas de cada uno, a pesar del dolor (Cazorla Navarrete, 2017).
Además de la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) el mindfulness es otra técnica muy utilizada para la mejora de la calidad de vida de las personas que puede ayudar en estos casos de dolor crónico; ya que es definida como “una experiencia meramente contemplativa, se trata de observar sin valorar, aceptando la experiencia tal y como se da” (Quintana y Rincón, 2011).
Referencias
Briones, E. (2009). Más allá del sexo: la fibromialgia y el malestar de las mujeres desde la perspectiva de género. En Jaime, M.E (Ed.) Identidades femeninas en un mundo plural (pp.105-112).
Cazorla Navarrete, C.M. (2017). Revisión sistemática de la efectividad de la Terapia de Aceptación y Compromiso para pacientes con dolor crónico. [Trabajo fin de grado, Universidad de Jaén]. https://hdl.handle.net/10953.1/5584
Luciano Soriano, M.C., Visdómine Lozano, J.C., Gutiérrez Martínez, O. y Montesinos Marín, F. (2001). ACT (Terapia de Aceptación y Compromiso) y dolor crónico. Análisis y modificación de conducta, 27 (113), 473-501. http://hdl.handle.net/11162/25031
Moreno, L. (2020). Programa de mindfulness específico para mujeres con fibromialgia. [Trabajo de fin de grado, Universidad de Jaén]. https://hdl.handle.net/10953.1/11386
Parra, M., Latorre, J.M. y Montañes, J. (2012). Terapia cognitiva basada en mindfulness y reducción de los síntomas de ansiedad en personas con fibromialgia. Ansiedad y Estrés, 18 (2-3), 141-154.
Quintana M. y Rincón, M.E. (2011). Eficacia del Entrenamiento en Mindfulness para Pacientes con Fibromialgia. Clínica y Salud, 22 (1), 51-67.