Es difícil tomar la decisión de acudir a terapia psicológica por primera vez. Las dudas iniciales pueden plantearse en torno a que se considera que no hay un suceso lo suficientemente justificado como para que explique cómo se siente o por no saber qué esperar de la visita al psicólogo. Muchas veces, acuden cuando los síntomas están agravados. Otra veces, acuden derivados a través de otros servicios médicos o empujados por personas del entorno. Las personas somos muy distintas y cada una tiene sus propias características y motivaciones internas y debido a estas, no se puede plantear una estructura clara en cuanto a la terapia psicológica.
En un principio, cuando la persona llega a terapia, lo hace con ciertas expectativas. Respecto a la duración de la terapia, a veces, acuden esperando que las cosas se solucionen en una única consulta o que como mucho se alargue unas pocas sesiones. En ocasiones, se sorprenden cuando se les explica que las sesiones pueden alargarse en el tiempo y otras veces, a medida que pasan las sesiones, descubren que el proceso es más largo de lo que pensaban en un inicio.
Otro aspecto relevante es el objetivo que buscan a la hora de acudir a terapia. El trabajo durante la psicoterapia implica, por un lado, el alivio de los síntomas y, por otro lado, el trabajo en profundidad de las emociones y las situaciones que está viviendo la persona. Hay personas que son más reflexivas y buscan realizar un trabajo de introspección en varios aspectos que les preocupa cómo los conflictos interpersonales, la autoestima, miedos más profundos, etc. Otras personas solo tienen la mirada puesta en el síntoma y no consideran que tienen dificultades en otros ámbitos de la vida.
Respecto al estilo de la terapia, se pueden buscar terapias más directivas basadas en las pautas y sesiones estructuradas. En algunos casos, es posible realizar una intervención específica como, por ejemplo, en terapias con demandas concretas como es el caso de las fobias específicas. Otras veces, puede ocurrir que la persona acuda a las sesiones pidiendo pautas pero la situación que traen a la consulta no requiere tanto del seguimiento de unas pautas específicas sino de un trabajo de reflexión personal.
Otro aspecto relevante a la hora de establecer el ritmo y el estilo de la terapia, suele ser las características propias de la persona. Hay determinadas personas que son más reflexivas y muy conscientes de su mundo interior. Entienden que tienen una situación entre manos que les está llevando a inseguridades respecto a si mism@s que les hace poner en duda la vida tal como la llevaban. Habitualmente, las personas que acuden con estas circunstancias, suelen llevar muy bien las terapias menos directivas y las sesiones están orientadas a reflexionar sobre actitudes, creencias, temores o maneras de enfrentar las circunstancias. Estas suelen alargarse más en el tiempo ya que en las sesiones encuentran un espacio que no han encontrado en otros ámbitos de su vida. En la terapia encuentran un acompañamiento terapéutico que les ayuda a superar los conflictos que se van encontrando. Otras personas focalizan su atención sobre todo en los síntomas y únicamente buscan el alivio de estos sin centrar tanto la atención en los conflictos personales, lo que lleva a intervenciones más dirigidas.
La disposición personal es también otro factor relevante ya que, a veces, incluso decidiendo ir a terapia, puede mostrarse contrario a colaborar con el/la psicólog@ por diversos motivos como puede ser la idealización de que el problema se soluciona en un par de sesiones o porque acuden buscando una solución milagrosa a sus problemas sin hacer un esfuerzo real por su parte. A veces puede darse la situación de que acuden a terapia porque han sido forzados por terceras personas de manera directa o indirecta (amenaza de separación, una madre o padre que obliga a su hijo o hija a que acuda, etc.). La falta de voluntad por someterse a una intervención psicológica puede ser modificada y planteada como un objetivo más si la persona logra convencerse de que quizás puede conseguir algo con ello pero si esta actitud se mantiene, es muy probable que no funcione.
Para que haya resultados positivos, es necesario que sienta una necesidad de cambio. Esto se da cuando la persona experimenta limitaciones en su día a día y acepta que necesita ayuda. Es importante que se cuestione su propia manera de comportarse y sentirse habitualmente y que acepte un papel activo dentro del proceso terapéutico. También es importante el mantenimiento de unas expectativas realistas de lo que se puede esperar en la terapia (Krause, 1992). Cuando los pacientes llegan a consulta por primera vez, no siempre se pueden encontrar todas estas condiciones pero además de la problemática que traen, también se trabajan estas cuestiones de manera simultánea de forma que la motivación al cambio se mantenga durante toda la intervención y esta tenga mayor éxito.
Referencias
Krause, M. (1992). Efectos Subjetivos de la Ayuda Psicológica. Discusión teórica y presentación de un estudio empírico. Psykhe, 1, 41-52.