A pesar de que en el crecimiento de los niños/as influyen diversos factores como las relaciones con iguales, contexto escolar o variables externas establecidas por la sociedad de manera general, está claro que el entorno familiar marca una mayor diferencia.
La familia es la primera fuente de información para los niños/as en el proceso de socialización, el cual juega un papel clave en el desarrollo personal del individuo. Es la familia quien establece las normas, grado de afectividad, comunicación y apoyo en las relaciones entre sus miembros, instaurando de esta manera los valores de los hijos/as (Mestre, Samper, Tur y Díez, 2001).
Cuando hablamos de la familia, existen diferentes maneras de ejercer el rol parental en la educación de los niños/as, lo que se conoce como estilos de crianza parental, los cuales inciden de manera directa en su desarrollo. El estilo de crianza es uno de los factores que puede causar gran preocupación en los padres/madres, en particular cuando se trata del primer hijo/a, ante el desconocimiento y novedad del rol parental ya que es de vital importancia especialmente en los primeros años de vida.
¿Qué son los estilos de crianza?
El estilo de crianza utilizado por los padres se puede entender como las distintas actitudes que se adoptan respecto al niño y que inciden en el plano emocional mediante el comportamiento manifiesto de los padres, haciendo este referencia tanto a la práctica parental como a todo aquello que se emplea en relación al niño, como por ejemplo gestos o cambios en el tono de voz (Franco, Pérez y De Dios, 2014).
¿Cuáles son los principales estilos de crianza?
Maccoby & Martin (1983) plantean cuatro estilos de crianza parental, teniendo en cuenta aspectos como el control, establecimiento de reglas, afecto y comunicación. Higareda, Del Castillo y Romero (2015) los describen de la siguiente manera:
En primer lugar, nos encontramos con el estilo democrático, marcado por padres que establecen reglas que transmitir a sus hijos/as. Se presta atención a las necesidades del niño/a sin romper estas reglas, mediante la comunicación y afectividad. Se utiliza cierto grado de control, pero se hace uso a su vez de la negociación y el castigo pero reguladamente.
A continuación, el estilo autoritario, que hace algunos años era el más utilizado en los diferentes sistemas familiares. En este caso, los padres destacan por la imposición de reglas de manera estricta e inflexible. El hijo/a debe cumplir estas reglas obedientemente, debido al alto nivel de exigencia y control ejercido. Se caracteriza a su vez por una escasa afectividad y falta de comunicación.
En cuanto al estilo permisivo, se podría decir que se encuentra en el extremo opuesto al estilo autoritario. Se distingue por un alto nivel de tolerancia hacia el niño/a, donde cualquier demanda está autorizada. Se da una oposición al castigo, permitiendo que el hijo/a aprenda a autorregularse por sí mismo. Se dan bajos niveles de control y exigencia, y altos en comunicación y afectividad.
Y por último, el estilo negligente. Se repite el patrón de tolerancia del estilo permisivo pero llevado al extremo, llegando a la indiferencia ante las demandas e interacción con el niño/a. La necesidad propia se antepone a la del hijo/a, por lo que hay un bajo control, exigencia, afecto y comunicación.
¿Cómo influyen en el desarrollo del niño/a?
Capano y Ubach (2013), realizaron un estudio sobre las consecuencias del uso de cada uno de los estilos de crianza, llegando a las siguientes conclusiones:
El estilo democrático mostró un impacto positivo en el desarrollo psicológico de los niños, siendo alegres, con una alta autoestima, autocontrol y autorregulación emocional. Estas características quedan reflejadas en las diferentes etapas de crecimiento posteriores.
En cuanto al estilo autoritario, presentan más problemas a nivel emocional, baja autoestima y poca confianza en sí mismos. Provoca mayor inadaptación personal y social, mostrando menor nivel de afecto con los iguales, más irritabilidad y vulnerabilidad a la tensión. Esto puede resultar en un aumento de la percepción de culpa y en consecuencia, mayor tendencia a altos niveles de depresión.
En relación al estilo permisivo, son niños/as menos obedientes e incluso más agresivos. Muestran una baja autoestima y falta de confianza, así como poco autocontrol, lo que puede generar problemas de conducta a largo plazo.
Finalmente, el estilo negligente aumenta la probabilidad de que aparezcan problemas académicos, emocionales y conductuales, como consecuencia de los efectos negativos en su desarrollo. Son más inseguros, tienden a mostrar dificultades en las relaciones sociales con iguales y una baja tolerancia a la frustración, pudiendo llegar incluso a presentar conductas delictivas o abusivas.
Referencias
Capano, A. y Ubach, A. (2013). Estilos Parentales, Parentalidad Positiva y Formación de Padres. Ciencias Psicológicas 2013, 7(1), 83-95.
Franco, N., Pérez, M. A. y de Dios, M. J. (2014). Relación entre los estilos de crianza parental y el desarrollo de ansiedad y conductas disruptivas en niños de 3 a 6 años. Revista de Psicología Clínica con Niños y Adolescentes, 1(2), 149-156.
Higareda, J. J., Del Castillo, A. y Romero, A. (2015). Estilos parentales de crianza: una revisión teórica. Educación Y Salud Boletín Científico Instituto De Ciencias De La Salud Universidad Autónoma Del Estado De Hidalgo, 3(6).
Maccoby, E. E., y Martín, J. A. (1983). Socialization in the context of the family: Parent-child interaction. En E. M. Hetherington & P.H. Mussen (Eds). Handbook of child psychology: Socialization, personality and social development, 4, 1-101. Nueva York: Wiley.
Mestre, M. V., Samper, P., Tur, A. y Díez, I. (2001). Estilos de Crianza y Desarrollo Prosocial de los Hijos. Revista de Psicología General y Aplicada. 54(4), 691-703.