A veces, la alimentación de los hijos/as es un motivo de preocupación muy grande para los padres. Lo que desemboca en conflictos. Lo más habitual es que los hijos se levanten de la mesa constantemente, que no prueben bocado o que se quejen porque la comida no les gusta, prefiriendo solamente un tipo de alimentación determinado. La consecuencia más habitual suele ser que los padres acaben enfadándose o anticipando el “desastre” que va a ser la hora de la comida. Incluso se puede temer que la situación acabe en un trastorno de alimentación. En este artículo, se ofrecerán pautas generales para intervenir para que sirva de ayuda a las familias.
Cuando los hijos son pequeños y se les trata de introducir nuevos alimentos, puede producirse un rechazo. Incluso puede ocurrir que debido a la ansiedad de los padres porque sus hijos ingieran algún alimento les lleve a sustituir estos por una comida que les guste. En este sentido, lo único que se logra es cambiar el propósito de “comer sano y variado” por simplemente “comer algo”. Además, si el niño o niña come lento y poco, se tiende a presionarles para que coman más rápido, habitualmente debido a que los horarios o los ritmos que los adultos manejan, son incompatibles. Si al anterior conflicto se le suma que el hijo/a se levanta constantemente, añadimos el problema respecto a los protocolos o etiqueta a la hora de comer, lo que convierte la comida en una persecución constante.
A continuación, se mencionarán algunas pautas que podrían ser útiles cuando comen despacio, cuando comen poca variedad de alimentos y para cuando se levantan constantemente.
Cuando comen despacio
Debemos recordar que los horarios son importantes y que son los adultos quien se los marcan a los hijos. Parte del aprendizaje consiste en que las cosas tienen un tiempo y un horario, pero a su vez, es relevante recordar que los ritmos de los hijos pueden ser muy distintos y que no concuerdan con el de los adultos. Para marcar el tiempo, se pude establecer horas para comer. Por ejemplo, se puede marcar que se le va a dar una hora para comer. Otro ejemplo, puede ser dar 15 minutos para cada plato.
Si el niño o niña está sano, hay que aceptar que quizás no le hace falta comer tanta cantidad de comida, reduciendo lo que se pone en su plato. Es mejor que se acabe el plato a que siempre quede algo en este. La percepción visual de que lo que tiene delante no es una cantidad excesiva puede ayudar en esto. A veces, incluso “pica” entre horas y el problema puede no ser tanto la falta de hambre si no la necesidad reestructurar las comidas durante el día. Habría que tratar de dejar fuera del alcance de los hijos alimentos como galletas, dulces, etc.
Otro aspecto fundamental son las emociones que envuelven las horas de comer. Si estas se han convertido en una fuente de estrés para todos, una idea sería darle la vuela y tratar de coinvertirlo en una actividad más agradable, introduciendo, juegos, imaginación, etc. Con esto se logrará que se rompa la dinámica de confrontación con los hijos que no hace más que alimentar la angustia.
Cuando comen poca variedad
A veces, los padres se centran en tratar de explicar que es importante comer, por ejemplo, muchas verduras porque tiene muchas vitaminas. En cambio, los niños solo entienden que no les gusta lo que tienen delante. Algo muy común suele ser que los padres, debido a la angustia de que coman o si no se enfermarán, les dan alimentos que son alternativas pero agradables para los hijos/as. Por esto, aprenderán rápidamente que solo tienen que quejarse y decir que algo no les gusta para que les den los alimentos prefieren (pasta, pizza, etc.). Por ello, es importante que los padres aprendan a gestionar el miedo que sienten ante la perspectiva de que sus hijos “no coman nada”.
En el anterior apartado se habló de la importancia de establecer horarios en las comidas. Cuando pase este tiempo, se podría quitar el plato que tiene delante y no se le daría ninguna alternativa para que coma. Esto logrará que el hambre se construya y que cada vez esté menos dispuesto a pasar por eso.
Otra clave importante es que hay que observar sin intervenir, tratando de no ceder al deseo de presionar a que coma más.
También se le puede ofrecer la alternativa no desde lo que le gusta al niño o la niña, sino desde la variación de lo que ya hay. Por ejemplo, se le puede dar la opción de elegir entre las espinacas y las acelgas. De esta manera, le damos a elegir sin que sea tan consciente de que se le está dando algo novedoso para comer.
El refuerzo positivo es muy importante y cada vez que consiga un logro se le puede premiar, por ejemplo, con cinco minutos más de lectura de su libro favorito.
Cuando se levanta de la mesa
En este apartado, hay una pauta que es paradójica. A veces, prescribir algo que va en contra de la conducta deseada y en favor de aquella conducta que queremos cambiar como, que no se levante durante la comida, puede ser beneficioso. Dándole permiso a que coma de pie puede ser extraño, pero se le está verbalizando al hijo/a que que cuando se levanta, hace ver que no tiene hambre (ya que no se sienta a comer) o que no le gusta estar sentado (por lo que se podría proceder a quitar la silla físicamente). A su vez, los padres se mantendrán tranquilos y sentados comiendo. Esto hará que el niño quiera ir en contra de la conducta permitida (estar de pie) sentándose (paradoja).