Cuando se habla de responsabilidad se da una tendencia a identificarla con la adultez debido a que implica asumir las consecuencias de nuestras acciones y/o decisiones, y esto puede entenderse como un concepto complejo, difícil de asociar a un niño, pero es importante que se trabaje en ella desde la infancia.
Los niños deben ir desarrollando este sentido de la responsabilidad aprendiendo a identificarla y asumirla en diferentes situaciones de manera que se evite la costumbre de culpar a otros por los hechos negativos en los que están involucrados. Cuando son conscientes de los efectos que se generan sobre otros, aun siendo de manera inintencionada, se fomenta la empatía y es en este punto cuando se consideran las emociones de los demás en mayor medida, lo que les ayuda a mejorar en sus habilidades sociales y en el establecimiento de relaciones interpersonales más sanas en su entorno.
Un ejemplo claro es cuando los niños se encuentran en un conflicto en el que la culpa es del otro en todo momento, el otro fue quien “me pegó” y “yo no le he hecho nada”, cuando en términos generales los niños recurren a este tipo de agresiones en respuesta a provocaciones previas o a situaciones que les generan desagrado como forma de gestión de esas emociones. Estas actitudes pueden estar generadas precisamente por esa incapacidad o dificultad para situarse en el lugar de otros y percibir el conflicto desde la perspectiva ajena. Hoy en día, esto se ve aún de manera más marcada debido a que el estilo de crianza más frecuente se basa en la sobreprotección de los hijos, lo que supone que se dé una inclinación a justificar las conductas negativas que sus hijos llevan a cabo y a culpabilizar de las mismas a sus compañeros o profesores, entre otros. De aquí se desprende asimismo esta actitud que se mencionaba al inicio relativa a que los niños son “inmaduros” y aún no tienen la capacidad de asumir dicha responsabilidad. Ante ello, debemos prestar atención ya que esta etapa es en la que se asientan las bases para el futuro desarrollo de su independencia y capacidad de responsabilizarse.
Asumir la responsabilidad implica no temer al sentimiento de culpa consecuente cuando no tomamos el mejor camino y a no deshacerse de la misma trasladándosela a otros, pudiendo comprender los diferentes puntos de vista y siendo capaces de empatizar con las emociones ajenas. Bien es cierto, que incluso incidiendo sobre ello, la culpa no es una emoción fácil de gestionar, así como no lo es asumir nuestra parte de responsabilidad, por lo que os traemos un ejercicio que puede ayudar a que se dé un acercamiento a estas sensaciones que pueden resultar incómodas y a aceptar que la responsabilidad es compartida en la mayoría de los casos.
En este ejercicio, podemos hacer uso de una situación en la que como adultos seamos capaces de identificar que el niño se ha sentido culpable o que realmente es responsable de lo ocurrido de forma que le resulte más sencillo conectar con ello. En un papel, podemos dibujar lo siguiente, ya que las representaciones gráficas ayudan en la comprensión e interiorización de lo explicado:
CULPA/RESPONSABILIDAD
Con esto, el niño puede visualizar lo que él está asumiendo que es su responsabilidad, mientras que la mayor parte corresponde al otro. Tras lo que repetiremos el mismo dibujo y le explicaremos, en un lenguaje que se adecúe a su capacidad de comprensión, que lo que siente el otro es lo mismo:
Este pequeño ejemplo nos permite explicar que en todas las situaciones interviene la perspectiva o realidad de cada uno, y que cuando le sumamos la rabia o enfado, es difícil pararnos a pensar en ello. Es mucho más sencillo culpar al otro cuando pienso que mi responsabilidad es menor y así evitar ver lo que yo he hecho mal, debido a que a nadie le gusta ser señalado por sus errores. Debemos normalizar ese sentimiento, pero en todos los conflictos va a haber una responsabilidad compartida, y si queremos solucionarlo cuanto antes y de la mejor manera posible, lo más sencillo es que cada uno se quede la mitad:
Aunque sintamos que nos corresponde una parte menor, es importante que veamos que el otro puede sentir lo mismo y que tiene derecho a vivirlo de esa manera. A veces decimos o hacemos cosas sin darnos cuenta y eso puede ser lo que al otro le haga sentir que mi responsabilidad es mayor, cuando yo ni siquiera lo recuerdo. Por eso, lo principal no es buscar al mayor culpable, sino cada uno asumir una parte y tratar de buscar una solución alternativa que sirva a todas las partes.
Una vez realizado este ejercicio, podemos tratar de promover que el niño busque otras situaciones en las que podría haber aplicado esto, o inventarnos situaciones nuevas en las que podría utilizarlo, de manera que lo convirtamos en una herramienta accesible para él en el futuro y le ayudemos a acercarse a esas sensaciones que, aunque incómodas, debemos experimentar.