Desde principios de los años 70 ha tenido lugar un incremento en el interés por el concepto de apoyo social y sus beneficios en la salud y bienestar tanto psicológico como social de las personas. El entorno social ha supuesto para el ser humano un mecanismo esencial de adaptación y, de acuerdo con Kingsley Davis (1965), el establecimiento de relaciones sociales permitió buscar respuestas y soluciones a problemas que no lograríamos revolver de forma aislada, constituyendo de ese modo uno de los grandes pasos de la evolución.
A finales del s. XIX y principios del XX sobre la influencia de los factores sociales en la salud mental de las personas, constataron las consecuencias negativas del aislamiento y la desintegración social en la salud y ajuste social (Gracia, 1998, p. 20). En el área de la sociología Emile Durkheim en su clásico estudio sobre los determinantes sociales del suicidio encontró apoyo empírico para sus hipótesis probando que el suicidio era más frecuente en aquellas personas con pocos lazos sociales íntimos.
Pese a que el papel de las relaciones interpersonales en el bienestar era ya ampliamente reconocidas en el campo de las ciencias sociales, no es hasta mediados de los 70 cuando el apoyo social obtiene el reconocimiento de la comunidad científica en lo que se refiere a su importancia práctica; para la investigación y la intervención social y comunitaria, gracias a la expansión de los estudios de John Cassel (1974), Sydney Cobb (1976) y Gerald Caplan (1974), respecto a los efectos protectores en la salud de los vínculos sociales con el grupo primario o pares significativos.
Uno de los intentos más rigurosos por proponer una definición sólida de qué es el apoyo social fue llevado a cabo por Lin (1986) que propone conceptualizarla como el “conjunto de provisiones expresivas o instrumentales –percividas o recividas- proporcionadas por la comunidad, las redes sociales y las personas de confianza tanto en situaciones cotidianas como de crisis” (Lin y Ensel, 1989).
Este apoyo social puede intervenir sobre la enfermedad a distintos niveles:
- Asociación fisiopatológica con la salud: el apoyo social disminuiría la reactividad cardiovascular al estrés y sus consecuencias sobre el sistema inmune.
- Aumenta la percepción de autoeficacia y control, lo que disminuye el estrés y sus consecuencias dañinas.
- La falta de apoyo social puede favoreces a conductas perjudiciales para la salud (tabaquismo, alcohol, etc.).
- Puede influir en las conductas ante la enfermedad, de forma que varíe la percepción de enfermedad (vulnerabilidad, éxito del tratamiento, etc.).
Por otra parte, podemos afirmar, pues existe evidencia, que el apoyo social influye en la mortalidad general. Por ejemplo, las personas con bajo apoyo social tienen el doble de riesgo a morir, lo mismo ocurre con la pertenencia a grupos.
Bajos niveles de apoyo social son predictores de enfermedades o problemas cardiovasculares (Ej.: estudio de Orth-Gomèr con pacientes cardíacos: 70% mortalidad se atribuye a la personalidad hostil y bajo nivel de apoyo).
Para intervenir en este ámbito, podemos destacar una serie de medidas tanto anivel poblacional como a nivel individual.
A nivel poblacional se debe promocionar la salud en relación al apoyo social: grupos comunitarios, participación social desde la infancia, promoción y fortalecimiento de la familia como el primer y más cercano grupos social de apoyo y formación de profesionales de la salud con habilidades en temas psicosociales.
Mientras que, a nivel individual existen actividades que benefician a la salud de las personas: identificación con la población de riesgo, el apoyo social como una medida de afrontamiento, mejorar la adherencia a los tratamientos así como la calidad de vida de los enfermos. En relación a este último punto, existen medidas como los grupos de autoayuda a enfermos, que también juegan con el apoyo social, dando un sentido de pertenencia a la comunidad (apoyo social e instrumental).
Los resultados de estudios han mostrado la importancia de los factores sociodemográficos en el apoyo social de la mujer. En comparación, el apoyo social en los hombres parece depender más de la edad y de factores sociales y familiares.
Existe también evidencia empírica de que el apoyo proporcionado por una mujer reduce os cambios cardiovasculares, hecho que no sucede con el proporcionado por los hombres. Tanto hombres como mujeres prefieren recibir apoyo de una mujer, como norma general.
Además, aunque ambos géneros informan de la misma percepción de apoyo, si existe diferencias en la disponibilidad y conductas de apoyo, siendo las mujeres las que más informan de esto.
Finalmente, destacar que las mujeres con peores condiciones sociales son las que tienden a percibir menor apoyo social.